Esta noche es perfecta para escribir, fuera llueve y dentro me empapo… Que me voy a mojar quiero decir, ¡vamos, no sé si me explico!
Nos remontamos al 1982 cuando al nacer me encontré con esta vida: así empezará mi biografía, que escribiré cuando muera que seguro tengo todo el tiempo del mundo. Pues bien, tengo un recuerdo que me marcó. Me caí del carrito con apenas un año, y sí, me marcó la frente. También me resbalé en la bañera con tres añitos, y me volví a marcar, esta vez en la barbilla. ¡Qué bien se me daban los marcajes, por dios! No entiendo como no he sido futbolista, o marcador del estadio al menos. Bueno, prosigo. En una ocasión, muy chulo yo en el cuarto de baño, guapito el niño, agarré una de las cuchillas de afeitar de mi padre e hice lo que tantas veces le había visto hacer a él. Me marqué el bigote, pero creo que es porque no usé espuma, porque amigos, yo no tenía un pelo de tonto y me di cuenta. Luego jamás olvidaré mi primera experiencia con la patineta, una muy grande que me regaló mi abuela, igual que la de mi tío. Él iba de pie, yo sólo me atreví a pasearme de rodillas porque dije que era capaz de montarla y para no pillarme los dedos quería asegurarme de que podría. Me equivoqué y me pille los dedos… Concretamente me quedé sin la uña de uno de mis dedos índices. Ayyyyy, si es que ya desde pequeño a uno le gustaba meter los dedos donde no debía.
Y ya que he mencionado a mi tío (le mando un abrazo por si me lee, aunque lo dudo porque nunca me escuchaba), haré referencia a una de nuestras aventuras. Estaba yo con él y sus amigos en un puente de escasa altura, un par de metros o así, y el juego consistía en saltar al arroyo, de muy poca hondura. Yo esperé a saltar el último para que me agarraran desde abajo, pero no me agarraron. Quizá debí avisar de mi torpeza. Me escayolaron un brazo. Qué juego más divertido, ¿eh?, cómo se reían todos, hay que ver.
Y ¡madre mía, qué buena memoria tengo! Sin ir más lejos recuerdo incluso que la perdí en una ocasión. Sí, lo he dicho bien, perdí la memoria al intentar girar con la bicicleta y no conseguirlo. No sé porqué no llevan volante en vez de manillar, sería más fácil. En fin…
En el colegio también me pegué muchas leches con galletas incluidas. Luego en el instituto eran galletas sin leches, y cuando empecé a currar me decía mi jefe muchas veces: ¡la leche que has “mamao”, nene! Y no tenía ni para galletas.
La de hostias que te da la vida, oiga, como aquella vez que iba yo tan feliz con mi moto nueva, flamante. Subido conmigo un viejo amigo, el “paquete”, porque no tenía moto y siempre había que llevarlo. Pues nos dirigíamos a toda pastilla a mi casa en busca de un casete y de repente nos vimos comiendo hierba a un lado del camino. ¡Vaya tela! Desde entonces mi amigo no ha querido probar la verdura, qué “exagerao”, peor hubiera sido haber caído en un pedregal, ¿no?
Vale, ya basta de caídas que me está doliendo la cabeza, os cuento la última y a dormir. En verdad han sido muchas y variadas si os hablo de amores, ya sabéis de qué va el cuento, pero si de algo me han servido, si a algo me han enseñado es a cerrar los ojos antes de chocar. Sin ir más lejos los cerré hará aproximadamente trece años, y amigos, los he abierto ahora, los he abierto del todo, como el cielo azul, como flores en primavera. He abierto los ojos y el corazón, he cerrado olvidos y he decido abandonar mezquindades, aplacar orgullos y regalar las llaves de mi cerebro a la morena más guapa que jamás ha existido. También me he comprado un bote de Reflex, por si acaso.
Nos remontamos al 1982 cuando al nacer me encontré con esta vida: así empezará mi biografía, que escribiré cuando muera que seguro tengo todo el tiempo del mundo. Pues bien, tengo un recuerdo que me marcó. Me caí del carrito con apenas un año, y sí, me marcó la frente. También me resbalé en la bañera con tres añitos, y me volví a marcar, esta vez en la barbilla. ¡Qué bien se me daban los marcajes, por dios! No entiendo como no he sido futbolista, o marcador del estadio al menos. Bueno, prosigo. En una ocasión, muy chulo yo en el cuarto de baño, guapito el niño, agarré una de las cuchillas de afeitar de mi padre e hice lo que tantas veces le había visto hacer a él. Me marqué el bigote, pero creo que es porque no usé espuma, porque amigos, yo no tenía un pelo de tonto y me di cuenta. Luego jamás olvidaré mi primera experiencia con la patineta, una muy grande que me regaló mi abuela, igual que la de mi tío. Él iba de pie, yo sólo me atreví a pasearme de rodillas porque dije que era capaz de montarla y para no pillarme los dedos quería asegurarme de que podría. Me equivoqué y me pille los dedos… Concretamente me quedé sin la uña de uno de mis dedos índices. Ayyyyy, si es que ya desde pequeño a uno le gustaba meter los dedos donde no debía.
Y ya que he mencionado a mi tío (le mando un abrazo por si me lee, aunque lo dudo porque nunca me escuchaba), haré referencia a una de nuestras aventuras. Estaba yo con él y sus amigos en un puente de escasa altura, un par de metros o así, y el juego consistía en saltar al arroyo, de muy poca hondura. Yo esperé a saltar el último para que me agarraran desde abajo, pero no me agarraron. Quizá debí avisar de mi torpeza. Me escayolaron un brazo. Qué juego más divertido, ¿eh?, cómo se reían todos, hay que ver.
Y ¡madre mía, qué buena memoria tengo! Sin ir más lejos recuerdo incluso que la perdí en una ocasión. Sí, lo he dicho bien, perdí la memoria al intentar girar con la bicicleta y no conseguirlo. No sé porqué no llevan volante en vez de manillar, sería más fácil. En fin…
En el colegio también me pegué muchas leches con galletas incluidas. Luego en el instituto eran galletas sin leches, y cuando empecé a currar me decía mi jefe muchas veces: ¡la leche que has “mamao”, nene! Y no tenía ni para galletas.
La de hostias que te da la vida, oiga, como aquella vez que iba yo tan feliz con mi moto nueva, flamante. Subido conmigo un viejo amigo, el “paquete”, porque no tenía moto y siempre había que llevarlo. Pues nos dirigíamos a toda pastilla a mi casa en busca de un casete y de repente nos vimos comiendo hierba a un lado del camino. ¡Vaya tela! Desde entonces mi amigo no ha querido probar la verdura, qué “exagerao”, peor hubiera sido haber caído en un pedregal, ¿no?
Vale, ya basta de caídas que me está doliendo la cabeza, os cuento la última y a dormir. En verdad han sido muchas y variadas si os hablo de amores, ya sabéis de qué va el cuento, pero si de algo me han servido, si a algo me han enseñado es a cerrar los ojos antes de chocar. Sin ir más lejos los cerré hará aproximadamente trece años, y amigos, los he abierto ahora, los he abierto del todo, como el cielo azul, como flores en primavera. He abierto los ojos y el corazón, he cerrado olvidos y he decido abandonar mezquindades, aplacar orgullos y regalar las llaves de mi cerebro a la morena más guapa que jamás ha existido. También me he comprado un bote de Reflex, por si acaso.
Jajjajaja Ahora entiendo lo de la barba, pues con lo bien que
ResponderEliminarse te daba marcar, te hubieras forrado en cualquier equipo
de fútbol.
Simpática entrada amigo, y lleva cuidado que los marcajes
de amores son menos dolorosos carnalmente pero más
profundos y ni el reflex te ayuda.
Un fuerte abrazo.
Buen consejo, Paco, ya me supongo yo que el Reflex no vale en ese caso... Muchas gracias, compañero.
Eliminarotro abrazo
Jajajajajajaj se te ha olvidado la mejor marca que hiciste: Ana.
ResponderEliminarY yo leyéndote, como soy madre, me acuerdo de la tuya ¡madre mía!... mi hijo va por tu camino, va por todas partes haciendo trastadas y a los cuatro años ya tuvo un mes escayolado el codo, en fin, me queda el consuelo de que cuando sea mayor sea un buen chico como tú.
Besos.
jajajjajajj. Seguro será mejor que yo, Maite, vamos mejorando todos con el tiempo, o eso se espera, y tu niño tiene una madre ejemplar en muchos aspectos.
EliminarEspero no sufra más tropiezos y los que tenga le sirvan para aprender.
Besos a ti también
Querido Luis, me has sacado una larga sonrisa con tus tropiezos. de los tropiezos y las caídas se aprende ¿no? Yo creo que sí; además, luego está lo de vivir para contarlo.
ResponderEliminarOye, nene, no estaría mal lo de una autobiografía donde haya un poco de todo pero siempre contándolo con esa maestría tuya de los que escriben desde dentro.
Me han gustado tus tropiezos por esa chispa de humor. Ah, y mejor no tener que usar el Reflex.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Pues no estaría mal, sería divertido, y eso es lo primordial, divertirse incluso con uno mismo, algo que aprendí solito.
EliminarPero lo que es seguro, que con compañeros como tú nunca faltan buenos ratos y sabias palabras.
otro abrazo hasta tu orilla, Mos
Patoso o trasto? Desde luego tienes para escribir un libro, no dejes de hacerlo. Y sobre lo que dices de abrir los ojos, ese es el mejor tropiezo, el que nos hace abrirlos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y te felicito por esa morena.
Eso es, Aurora, ojos abiertos como platos, minutos cerrados que guarden amor, salud y felicidad como resultado.
Eliminargracias, otro abrazo tan fuerte como el tuyo
Me has hecho pasar un buen rato al leerte, un gran texto, algo preocupante por todas las caidas que has sufrido pero con un gran final totalmente inesperado.No eres tu el único que cierra los ojos, un saludo.
ResponderEliminarDesde luego que no, todo es aplicable a todo, como pasa con todo, valga la doble redundancia. Muchísimas gracias por tu lectura, por tu comentario y por dejar algo de tu tiempo en esta carretera secundaria.
EliminarSALUDos
jaja la de leches que te has dado,menudo trasto debes de haber sido chaval,menudo trasto!
ResponderEliminarAl menos te han motivado una simpática entrada que te agradecemos.
Un abrazo Luís.
Yo agradezco tu visita, Ohma, es un privilegio.
Eliminarotro abrazo hasta donde estés
Me ha encantado leerte, recordando con alegría y viviendo con ilusión.
ResponderEliminarHoy no necesitaría leerte las palmas de la mano para predecirte toda la felicidad del mundo, porque has salido a por ella a corazón abierto, con la morena del brazo, y con reflex jajaja.
Besos chico del sur.
Querida Ángela, me acuerdo de ese momento con alegría, y te agradezco mucho esas palabras que me has dedicado aquí.
Eliminarmil besos!
Me gusta esta clave desenfadada en la que nos acercas un poco más a tu persona,amigo; los recuerdos, sean cuales sean y en la clave que sean (joder,que repetitivo...) siempre son dignos de contar y de ser leidos.
ResponderEliminarAbrazo,colega :)
Otro abrazo, Castelo, es un pequeño orgullo saber que algo tan sencillo en mi vida, como estos sucesos, son leídos.
Eliminargracias por tus palabras, amigo
Luis me recordaste a mi hijo mayor, también tomo prestado el rastrillo de su padre y se marco, no solo el bigote, la barba de candado. Y la de caídas...pero para qué las cuento yo, si ya lo hará él mismo en su biografía.
ResponderEliminarEs un post placentero.
Feliz semana.
Gracias, Beatriz, simpáticas palabras me dedicas y me gusta mucho. Los niños son traviesos porque quieren hacer cosas que no corresponden y pasa lo que pasa. En fin...
EliminarLlego un poco tarde a tu comentario, pero te deseo igualmente feliz semana allá dónde estés y dónde dejes caer tus versos y tus lecturas.
Total no tienes tú cicatrices de guerra ni "na". Aunque yo tampoco me quejo por su falta, pero no sabría contarlas con tanta gracia, eso seguro.
ResponderEliminarMe ha gustado especialmente el viraje final, aunque creo que lo de la morena no ha sido un tropiezo sino más bien un bastón que te ha regalado la vida, con bote de reflex incluido para aliviarte si, a pesar de todo, vuelves a tropezar otra vez, siempre que no sea con una rubia, claro está.
Besos
Un bastón para el corazón, decía una canción. Muchísimas gracias, compañera. Me faltaron algunas historias similares por contar, quizá en otra ocasión, que hay cicatrices que están muy escondidas.
EliminarYo fui un niño exageradamente tranquilo, no recuerdo
ResponderEliminarnada relevante en mi niñez.
Gran entrada Luis, con una prosa muy dinámica que da mucho
juego a toda esa etapa divertida en la vida.
Una buena lectura sin lugar a dudas.
Un abrazo y dejada magistral.
Espero encontrar una contradejada por tu parte, a modo de un nuevo episodio de tu erótica novela. Ç
Eliminargracias, Angelus
Si yo hubiera sido tu madre, además te habría dado un pescozón, para que aprendieras a no caerte más!
ResponderEliminarYa te vale! Espero que no tengas que utilizar el reflex.
jajajja, pues me los dio, Ana, vaya que sí.
Eliminarme alegra volver a verte, amiga, besoss
Simpatiquísimo, y lleno de positividad.
ResponderEliminarBesos :)
Gracias mil, compañera.
Eliminar