Más de tres años sin saber nada de él. Más de tres años de psicólogos y podredumbre
moral, y de soledad interna en su amplio piso de soltera. Aunque pasó muchas noches acompañada (juergas que acababan en su habitación), por
dentro, en su alma, todo estaba vacío. Si las paredes hablaran, las de su piso
gemirían de placer y de dolor al mismo tiempo. La imaginación de Nichi llegó a
inventar un fantasma, real, de esos que te despiertan de madrugada y no te
miran a los ojos. Lo bautizó, lo llamó Cielo. A veces estaba de mal humor y
provocaba visiones espantosas. Llegó a ver a su madre ahorcada en la cocina. A
menudo lo escuchaba andar por el pasillo mientras se duchaba, e incluso le
impedía salir del piso. La puerta se atascaba, y el cerrajero no encontraba
avería alguna.
Juan, desde la separación, llamaba todas las semanas sin obtener respuesta alguna, hasta que
un nueve de noviembre, Nichi descolgase el teléfono que parpadeaba en la mesa del
salón. Eran las nueve de la noche, y, como venía haciendo tiempo atrás, se tomó tres cervezas durante la cena. Su móvil era fiel compañero de
un paquete de tabaco. ¿Quién lo iba a decir? Ella, con problemas respiratorios
y fumando una media de veinte cigarrillos diarios.
-Hola. ¿Cómo estás?... Yo estoy bien –dijo Nichi
rápidamente tras descolgar.
-No sabes cuánto me alegra escucharte –respondió él con suavidad.
-Yo también me alegro…
-No sabes cuánto me alegra escucharte –respondió él con suavidad.
-Yo también me alegro…
Hubo un silencio.
-Noto tu voz muy distinta –dijo ella.
-Quizá sean los años –respondió Juan y rió… rió con entusiasmo y emocionado a la misma vez que repetía tres palabras: cuánto me alegro… -¿Puedo verte? –prosiguió.
-Sí… Si quieres, pasado mañana estaré en casa a eso de las nueve o así.
-Quizá sean los años –respondió Juan y rió… rió con entusiasmo y emocionado a la misma vez que repetía tres palabras: cuánto me alegro… -¿Puedo verte? –prosiguió.
-Sí… Si quieres, pasado mañana estaré en casa a eso de las nueve o así.
Después de tanto tiempo, la joven Nichi accedió a hablar con el
incansable Juan. Su actual psicóloga la había recomendado dejarse llevar por su
corazón, abrir las ventanas cerradas en su mente y romper muros del pasado para
seguir un nuevo camino. Ella lo amaba todavía pero era consciente de que solo
podían ser amigos. Así debía amarlo según su doctora, como a un amigo. Y Nichi
pensó: "mejor como a un hermano". Deseaba con ansia verlo entrar a su piso,
enseñarle la decoración, las lámparas, el color de las habitaciones, las baldosas…
Las viejas fotografías… darle un abrazo… un beso.
Nada más soltar el teléfono en la mesa, éste volvió a iluminarse emitiendo una canción de Fito y Fitipaldis. Era Jose Luis. Se habían conocido en un frecuentado local hacía unos días, y aquella misma noche sudaron juntos en el asiento trasero de un Ford.
Nada más soltar el teléfono en la mesa, éste volvió a iluminarse emitiendo una canción de Fito y Fitipaldis. Era Jose Luis. Se habían conocido en un frecuentado local hacía unos días, y aquella misma noche sudaron juntos en el asiento trasero de un Ford.
-¡Qué sorpresa! –dijo Nichi al descolgar
el teléfono.
-Hola, ¿qué tal? –respondió Josele con voz melosa.
-Pues mira… acabo de cenar, y… bueno… no esperaba tu llamada… no me lo puedo creer.
-¿Por qué?
-Creía que no volvería a saber de ti.
-¿Pues no te dije que te llamaría?
-Ya… ya… pero del dicho al hecho… ya sabes…
- Hay un trecho, jajajaja.
-Eso.
-¿Te apetecería tomar algo un día de estos?
-Vale. Sí. Me parece bien.
-Un refresco o algo…
-Mejor una cerveza.
-Jajajaja, vale, una cerveza, claro.
-A ver… mañana saldré muy tarde del curro y tengo que hacer unas cosillas… pero podemos vernos si quieres a la media noche. Así tendré tiempo para todo y estaré lista… bueno, eso si no tienes que madrugar tú al otro día. ¿Te parece bien si quedamos en el Infierno?
-Me parece estupendo, me gusta ese sitio, lo conozco.
-Nos vemos allí entonces.
-Nos vemos, Nichi.
-Hola, ¿qué tal? –respondió Josele con voz melosa.
-Pues mira… acabo de cenar, y… bueno… no esperaba tu llamada… no me lo puedo creer.
-¿Por qué?
-Creía que no volvería a saber de ti.
-¿Pues no te dije que te llamaría?
-Ya… ya… pero del dicho al hecho… ya sabes…
- Hay un trecho, jajajaja.
-Eso.
-¿Te apetecería tomar algo un día de estos?
-Vale. Sí. Me parece bien.
-Un refresco o algo…
-Mejor una cerveza.
-Jajajaja, vale, una cerveza, claro.
-A ver… mañana saldré muy tarde del curro y tengo que hacer unas cosillas… pero podemos vernos si quieres a la media noche. Así tendré tiempo para todo y estaré lista… bueno, eso si no tienes que madrugar tú al otro día. ¿Te parece bien si quedamos en el Infierno?
-Me parece estupendo, me gusta ese sitio, lo conozco.
-Nos vemos allí entonces.
-Nos vemos, Nichi.
El Infierno… En el Infierno conocí yo a la joven Nichi. El mejor local
de rocanrol. Sonaba November Rain de Guns N’Roses y ella tomaba chupitos
flameados con Kurt Cobain y Jim Morrison. Me impactó ver como aquella chica tan
frágil a la vista, pudiera soportar tanto alcohol. Ella me besó entre afiladas
guitarras que un día yo plagié y que, en aquel momento, parecían elevarme del
infierno al cielo mientras su lengua jugaba con mis labios. Pero esa es otra
historia.
Continuará…
la joven e inocente , toma fuerza y se va dibujando con una personalidad mucho más definida, más potente, los detalles narrativos la delatan
ResponderEliminarfelicitaciones Luis
va dado cuerpo a un trabajo con un hilo conductor bastante bueno, y para nada lento
abrazos y fleiz semana
Ya no me parece tan dulce y tierna la Nichi y el mariconazo de Juan casi me cae bien.
ResponderEliminarMe has hecho cambiar de opinión sibilinamente.
Muy bueno.
Un abrazo.
La Nichi sigue enamorada de Juan,pero no pierde el tiempo y va conociendo a otros. A ver como te va a ti, ten cuidado!
ResponderEliminar:)
Esto ya me parece un novelón de esos que te dejan en lo mejor...
Interesante.
Besos.
Como va girando la historia...no nos dejes así....
ResponderEliminarSaludos,
Trini.
Vaya, vaya... como se ha espabilado la Nichi, después del palo tan gordo no me extraña como dice un dicho que me encanta: "me volví cabrona en defensa propia". Y en cuando a él, Juan, pues no entiendo para qué siguió insistiendo en saber de ella, pero bueno ya nos enteraremos, capaz que después de haber probado la carne le vuelve a gustar el pescado jajajaja.
ResponderEliminarEn fin... sigo atenta a esta nueva historia que le da un giro muy chulo al blog.
Besos.
bueno, cómo está cambiando el cuento!!! Me tienes en ascuas, Luis! Dale caña!
ResponderEliminarmmm, Luis, está complicada la historia...mejor dicho la situación de la historia. La chica puede seguir empalmada con aquella relación de su casi infancia...no ponga las esperanzas muy altas.
ResponderEliminarLeí también la primera parte, fluye bien.
Saludos.
La nichi no tiene nada de santa
ResponderEliminarDel cielo al infierno y sin pasar por el purgatorio, hummmmmmm
ResponderEliminarEstoy deseando saber dónde se quedará esta chiquita.
Sigo esperandooooo
Un besazo, Luis.
Jó, Luis, este relato engancha. Siue recordándome a un culebrón pasional pero con un toque underground y moderno (lo digo por la época actual).
ResponderEliminarEstá muy bien, Luis. Has conseguido una historia un poco loca pero totalmente creíble. Deseaqndito estoy de saber más de Nichi y su mundo.
Me gusta ese toque rocanrolero del Infierno.
Eres un poco el Quentin Tarantino de las letras.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Muchas gracias a todos, cuelgo inmediatamente el final y os doy las gracias como es debido.
ResponderEliminarY, ahora a qué aparece de nuevo Juan. Que pretende, amargarle más aún la vida? Seguro que le han dado plantón y viene por el "relevo"...
ResponderEliminarA ver cómo acaba esta historia
Interesante como has armado la hisoria
ResponderEliminarsigo a ver que pasa
un abrazo Luis.