Al despertarme hice las maletas y
proseguí el día: hice ejercicio, hice café, hicimos el amor, hice la comida,
hice un crucigrama, hice no hacer nada, hice palomitas, hicimos el amor de nuevo y
me hice el muerto.
Ya poco me quedó por hacer después de hacerme el muerto. No obstante lié un par de cigarros para hablar con el silencio y, con un sombrero puesto de medio lado emprendí el camino a no sé dónde por no sé cuánto. Soñaba.
—Adiós, cariño —fue lo último que le dije.
Pude despedirme al menos, lo normal es irse sin despedirse. Qué viaje tan largo es morirse algún día. A veces pienso que es un trayecto aburrido, pero para nada debe serlo porque cualquier cosa que salga de la rutina es divertida. Eso al menos cavilo a menudo... Aunque me quedan dudas; aparte de no sentir nada, ¿qué se siente estando muerto? Algún día no lo sabré…
Ya poco me quedó por hacer después de hacerme el muerto. No obstante lié un par de cigarros para hablar con el silencio y, con un sombrero puesto de medio lado emprendí el camino a no sé dónde por no sé cuánto. Soñaba.
—Adiós, cariño —fue lo último que le dije.
Pude despedirme al menos, lo normal es irse sin despedirse. Qué viaje tan largo es morirse algún día. A veces pienso que es un trayecto aburrido, pero para nada debe serlo porque cualquier cosa que salga de la rutina es divertida. Eso al menos cavilo a menudo... Aunque me quedan dudas; aparte de no sentir nada, ¿qué se siente estando muerto? Algún día no lo sabré…
El ominoso moscón acechaba la siesta de un escuálido e iluso esclavo del
deseo, exhausto tras cuatro horas de sexo duro, con grilletes, drogas, y a las órdenes de una mujer de cuero negro, látigo de fuego, ojos
oscuros y piel oculta, pezones de piedra, labios cortantes y orgasmo imperecedero.
El insecto revoloteaba plácido deteniéndose en cada huesudo rincón del famélico esclavo y frotando sus patas delanteras. Al menor movimiento humano, preparaba el impulso para el consiguiente vuelo. Volvía siempre, una y otra vez, entorpeciendo la más mínima probabilidad de sosiego en el esquelético hombre.
El suelo estaba frío. Cayó la noche y un estrago profundo corroía la mente del flaco y deshojado ser. Arañó la piedra de un escalón cercano, en aquel antiguo patio de un ruinoso y abandonado cortijo andaluz. Y el moscón acudía a sus ojos que ahora se abrían. Nieve en la mirada, temblor en las mejillas, saliva derramándose; amargando su paladar e inundando su boca.
Lo llegó a ver gigante, adherido a su pupila, y un millar de escalofríos fatuos lo estremecieron. Al parpadeo de pestañas el moscón deshizo su aferrada posición colocándose en la punta de aquella nariz cadavérica. Y sin que nada variase a esta descripción, haciendo un esfuerzo titánico, consiguió colocar una mano encima del peldaño empedrado de la escalera. Era un gesto de agonía. Los dedos de sus pies desnudos apenas mostraban leves convulsiones.
Es entonces que una pierna femenina, larga y con final dulce, acude a los ojos del flaco varón. Su tacón de aguja pisa uno de sus dedos machacándolo sin piedad. El insecto emprende de nuevo el vuelo y se posa en los hermosos labios de la mujer; luz y color de aquel paisaje lúgubre; fuerza y sensualidad ante la triste flaqueza de macho.
Se levanta. Se tambalea. La señala. Tartamudea un poema ininteligible. La mosca aletea otra vez. Lleva en sus patas carmín, y como a cámara lenta, el consumido mortal la ve acercarse. Gira. Tropieza pero se mantiene en pie.
Tras dar dos pasos, cae derrumbado sobre una pila de lavar. El golpe es fatídico. La sangre, poco a poco, llena el cóncavo rocoso. Se nublan sus ojos, se vacían sus venas y queda allí, bajo la luna llena, como un tronco vencido y seco hasta que la pila rebosa y el cuerpo, en lo que pudiera llamarse un último movimiento, cae retorcido y sin vida provocando un estruendo tan violento que incluso el más dormido de los soñadores nocturnos se desvelaría sudoroso y agitado.
El insecto revoloteaba plácido deteniéndose en cada huesudo rincón del famélico esclavo y frotando sus patas delanteras. Al menor movimiento humano, preparaba el impulso para el consiguiente vuelo. Volvía siempre, una y otra vez, entorpeciendo la más mínima probabilidad de sosiego en el esquelético hombre.
El suelo estaba frío. Cayó la noche y un estrago profundo corroía la mente del flaco y deshojado ser. Arañó la piedra de un escalón cercano, en aquel antiguo patio de un ruinoso y abandonado cortijo andaluz. Y el moscón acudía a sus ojos que ahora se abrían. Nieve en la mirada, temblor en las mejillas, saliva derramándose; amargando su paladar e inundando su boca.
Lo llegó a ver gigante, adherido a su pupila, y un millar de escalofríos fatuos lo estremecieron. Al parpadeo de pestañas el moscón deshizo su aferrada posición colocándose en la punta de aquella nariz cadavérica. Y sin que nada variase a esta descripción, haciendo un esfuerzo titánico, consiguió colocar una mano encima del peldaño empedrado de la escalera. Era un gesto de agonía. Los dedos de sus pies desnudos apenas mostraban leves convulsiones.
Es entonces que una pierna femenina, larga y con final dulce, acude a los ojos del flaco varón. Su tacón de aguja pisa uno de sus dedos machacándolo sin piedad. El insecto emprende de nuevo el vuelo y se posa en los hermosos labios de la mujer; luz y color de aquel paisaje lúgubre; fuerza y sensualidad ante la triste flaqueza de macho.
Se levanta. Se tambalea. La señala. Tartamudea un poema ininteligible. La mosca aletea otra vez. Lleva en sus patas carmín, y como a cámara lenta, el consumido mortal la ve acercarse. Gira. Tropieza pero se mantiene en pie.
Tras dar dos pasos, cae derrumbado sobre una pila de lavar. El golpe es fatídico. La sangre, poco a poco, llena el cóncavo rocoso. Se nublan sus ojos, se vacían sus venas y queda allí, bajo la luna llena, como un tronco vencido y seco hasta que la pila rebosa y el cuerpo, en lo que pudiera llamarse un último movimiento, cae retorcido y sin vida provocando un estruendo tan violento que incluso el más dormido de los soñadores nocturnos se desvelaría sudoroso y agitado.
Yo también me desperté y deshice las
maletas.
—Hola, cariño—fue lo primero que le dije.
—Hola, cariño—fue lo primero que le dije.
(El enlace vídeo-musical sirvió para inspirarme un poquito en ciertos momentos. Desconozco el origen exacto)
Cuando ya no sabemos qué más hacer, y el piloto automático falla...
ResponderEliminarEs que necesitamos reprogramación :)
Como cada mañana, que se acerca, por la ventana, violando las persianas...
Gracias, Juan, por la lectura. Ese piloto automático de las narices... jajajaja.
EliminarUn abrazo!
hacerse el muerto a veces te salva de la verdadera muerte
ResponderEliminar(sobre todo si te persigue un oso grizzly)
hay vivos que mueren a diario
y muertos que sobreviven
y muertos que no dan cuenta de su muerte
el segundo texto en un escenario de dominatrix es perfecto para hilvanar historias algo retorcidas, el morbo lo puede todo y la palabra se resbala cálida sin contradicciones
ese moscón es el bufón en la corte narrativa
felicitaciones Luis
abrazos
Qué gran comentario me regalas, Lichazul! Gracias. Sí, del todo, es un escenario en el que se pueden plasmar muchas letras retorcidas. Yo me quedé corto, tan solo es una pesadilla... creo. Pero seguro alguien añade más visiones espantosas.
EliminarAbrazos
A veces no sabemos si estamos vivos o no... yo recuerdo un periodo de mi vida de color gris oscuro y me viene a la memoria esa sensación de estar muerta en vida. De notar el viento frío en mi cara que me recordaba que estaba viva. Por suerte esa sensación se esfumo y me encanta estar viva y saberlo!
ResponderEliminarTu haces una sutil descripción de las sensaciones que me encanta.
Saludos.
Trini.
Me alegra que tomes esta carretera, Trini. Ese viento ayuda, mucho. Gracias.
EliminarSALUDos!
Hay una frase que me perseguió durante muchos años, hace mucho que no pasaba por mi mente y hoy apareció al leer tu relato.
ResponderEliminarDecía algo asi:
Que muertos nos parecen algunos que están vivos
y que vivos nos parecen los que han muerto.
La frase no es exacta, hoy desperté aturdido.
Bueno Luis, me ha gustado este relato, sobre todo
la primera parte, sobre un "el" en café, pero nada
de importancia, yo es que siempre intento minimizar
el lenguaje, no me hagas caso.
dejo un abrazo bien vivo
Gran frase aunque no sea exacta, y me suena. Me gustaría saber su procedencia. He borrado el "el", tienes razón, sobra, cosas del habla cotidiano. También eliminé el "la" en el título, lo pensaba justo antes de leer tu comentario. Gracias, las opiniones tiene que abrirse, así se aprende algo poquito a poco.
EliminarYo correspondo ese abrazo en vida, Cielo
Te noto Kafquianio, amigo mío.
ResponderEliminarComo siempre saliéndote hacia afuera, como un alien que pugna por mostrarse. Pero no asustas. LO sepas.
Nos deleitas. Eso sí.
;)
jajajajaja, buhh... Grande Kafka y La Metamorfosis. Gracias por tu comentario, Hulnísima.
EliminarBesos
Un relato con poesía,sensualidad,drama y al final, diversión.
ResponderEliminarGustome, si, si.
Un fuerte abrazo,querido Luís.
Gracias, Ohma, no te imaginas que el gusto es mío.
EliminarUn fuerte abrazo!
Tus registros se van abriendo como si fueran ventanitas secretas que de repente zas! aparecen como por arte de magia.
ResponderEliminarEs un placer leerte.
No vendría mal tener nociones de magia, de la auténtica y sorprendente. El placer es mío, Luna, de leer tu comentario, de saber que has leído mi pequeño relato.
EliminarBesazo
Nos acecha noviembre y noto una solemnidad lúgubre en todos los blogeros (yo aún me resisto y sigo intentando aferrarme al verano). Me ha parecido muy oscuro, en un entorno de pesadilla con un rollo gore que no se lo recomiendo a nadie.
ResponderEliminarY la mosca tocando los webs...
Es cierto eso de "qué se siente al morirse? Cuando me pasé no lo sabré." Dicen por ahí que el cuerpo libera endorfinas y se siente una agradable sensacion de paz (para que el trámite sea más llevadero, por lo visto). Cuando nos veamos en el otro lado te cuento mi punto de vista...ji ji ji
ajajajjajaj, te espero al otro lado, Analogy, jajjaja. Qué bueno, gracias por tu aporte, interesantísimo comentario.
EliminarY la mosca venga a tocar los webs y las teclas, jajajaa.
Un beso
Uf por Dios! Qué mal lo he pasado leyendo. Lo describes tan bien que me meto en los huesos del prota. Aunque lo de hacer el amor 2 veces no está mal :) (hombres!)
ResponderEliminarGenial.
Abrazos
Sí... la verdad es que no está nada pero que nada mal... siempre y cuando no haya moscas, claro, jajjajaja.
EliminarUn abrazo, Joaki, muchas gracias por pasar y detenerte
Qué linea separa la certeza de saber si estamos vivos o muertos?, quizás el conocimiento de las sensaciones más o menos placenteras de la vida.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un abrazo, José Manuel, me alegra volver a recibirte. Es un honor para mis letras
EliminarMe ha encantado, Luis. Nada que objetar y muchos puntos que me han enganchado: "Qué viaje tan largo es morirse algún día", "¿Qué se siente estando muerto?. Algún día no lo sabré", "...un escuálido e iluso esclavo del deseo.Exhausto estaba tras más de tres horas de sexo duro, con grilletes..."Tartamudea un poema ininteligible". Verdaderas perlas literarias que hacen más grande este relato donde el sexo tiene tanta importancia. (Lo ha escrito un tío, claro!)
ResponderEliminarTe felicito por esta introspección hecha relato que. realmente lo creo, daría para un corto muy underground. Si ya lo dije yo que eres un David Linch de las letras.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Joer, Mos, saco mi habla más callejera pa darte las gracias. Ayer mismamente me volví a ver El hombre elefante, dirigida por David Linch, tras tu mención en los comentarios, y me voy a conseguir el Camino de los Sueños que no la he visto.
EliminarEs un placer, compañero, te mando un abrazo a nado o por el aire hasta tu orilla :)
Me ha encantado tanto la primera parte, muy terrenal, como la segunda, totalmente subrealista. Es verdad que nunca sabremos lo que se siente cuando estemos muertos. Te felicito, Luis.
ResponderEliminarUn besote.
De ningún modo, Ana. Gracias por pasar y leer. Un beso
Eliminar¡Guau! trepidamente, forma de utilizar el verbo hacer... por hacer que no quede.
ResponderEliminar¡Ojú con la mosca cojonera! Me he imaginado la mosca con las patas "colorás" revoleteando... miran que son pesaitas eh?
Me sorprendes y eso es lo que más me gusta, tus caminos son muy amplios.
Me gustó lo de: "Pero me quedan dudas; aparte de no sentir nada, ¿qué se siente estando muerto?"
Cuando tengamos la respuesta, nos faltará "aire" para contarlo.
Felices sueños.
Buena frase la tuya, Mariose. Muchas gracias por leer y dejar tu comentario.
EliminarMuchos besos
Ha sido una delicia conocer este bello blog, salgo encantado de él. Seguro que volveré. un saludo
ResponderEliminarBienvenido, vuelve cuando quieras, esta carretera sigue funcionando.
EliminarUn saludo, Carozo, gracias por pasar
Luis, un bonito relato, ya nos gustaría saber lo que se puede llegar a sentir estando muertos pero cuando llegue la hora, mejor ahora sentir la vida.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias, María. Tienes razón, por supuesto, la vida es bella.
ResponderEliminarBeso!
...menudo video heavy saldría de aquí, amigo...imaginate, con musica de los Manowar o Alice cooper :)
ResponderEliminarGenial; gran escena, como un sueño descrita (o pesadilla)
Insisto, tu prosa cada día es mejor.
Abrazote!!
Ahí lo has clavao, Castelo, saldría un montaje del carajo, acojonante. Gracias por pasar, amigo.
EliminarOtro abrazo!
Es surrealista Luis, me gusta este tipo de prosa...uff! qué pesadilla ser esclavo sexual!
ResponderEliminarPero esa introducción es inquietante también. Saber lo que se siente estar muerto...creo que nada pero si puedo cuando muera, voy a divulgarlo.
Saludos y bonita semana.
Salud, Beatriz, y buena semana a ti también. Gracias por pasar a leer.
EliminarBesos
No me extraña que te hayas inspirado con ese vídeo uffff, la música es fantástica!! aterradoramente maravillosa y ese ojo ya ni te cuento. El texto me ha encantado, sísísísí, la introducción ha estado muy muy lograda y te quedas pensando en esas parejas "muertas" que por fín uno de los dos toman la decisión de seguir viviendo (lejos de ella evidentemente). Luego ves el vídeo y ya te quedas muerta jajajaja y continuas leyendo ese sueño-pesadilla-premonición que ya es el súmmun vamos, y el final nada que envidiarle a todo lo que le precede. Estupendo, eso de deshacer las maletas y seguir "muriéndose" pues me ha gustado muchísimo. Besos Luisillo, menos mal que ella no sacó las esposas jajajajaja...
ResponderEliminarjajajjajaja, no las sacó? jajajajja. Gracias, Maite, tu paso por esta carretera es un privilegio para todos los transeúntes.
EliminarUn besazo