Están temblando los cimientos de la vida, titilando la luz del sol ahora
al otro lado del hemisferio. Tengo el corazón en un puño, sé que de un momento
a otro todo se convertirá en nada. Me gustaría dormir y así no enterarme, irme
tranquilo hacia un lugar incierto, hacia el fin de la existencia. Debiera estar
orgulloso de poder escribir esto, porque todo lo escrito a través de los siglos
se borrará junto a estas letras. Adiós a los poemas épicos de Homero, al
Quijote de Cervantes, a Dante y a Shakespeare. ¡Adiós mundo cruel!, me lleno de
incertidumbre, miro la ventana de mi habitación y me estremezco, hay una luz
rojiza, críptica y escabrosa haciendo contraste con la oscura noche. Vuelve a
vibrar la mesita de noche, la lamparilla se apaga y se enciende, parece que
hubiera una guerra, parece que un estallido se avecina, la gran implosión tal
vez, el concluir de los tiempos.
Me incorporo, me aferro a un cigarrillo y tembloroso doy vueltas por mi dormitorio. Tengo la sensación de estar en un barco a la deriva, la leve certeza de que fuera hay tormenta y el ancho mar agita la embarcación propagando el pánico entre los tripulantes, azotando hasta en lo más profundo del angosto pensamiento humano. Me acerco a la puerta… ¡está atascada! ¡Maldita sea! He de salir, ¿¡qué demonios ocurre fuera!? Lo intento reiteradamente, la golpeo con el puño y me hago añicos el nudillo. Me estoy mareando. Vuelve a mí aquella dislexia que antaño me agobiaba en la lectura, pero ahora enfocada al entendimiento sensorial conforme al entorno. Estoy a punto de vomitar. Me tumbo en el suelo, jamás estuvo tan frío, me gusta, me alivia.
Todo está borroso pero no pierdo el conocimiento e intento mantener mis rodillas flexionadas. Ya no puedo aguantar más el vómito y vuelco mi cabeza hacia un lado. No debe haberme sentado bien el pato asado de la cena… ¿Habrá sido la última cena? He de saber qué ocurre, he de ponerme en pie y lo hago. Vuelvo a la puerta e intento abrirla de nuevo. La sangre me gotea por los codos, no quiero marearme de nuevo, ahora no. Definitivamente se apaga la lamparilla, la luz no funciona, acudo al teléfono móvil que hace un momento me indicaba las actualizaciones y se ha desintegrado, no lo encuentro… ¿dónde está? Miro hasta debajo de la cama por si se ha caído pero es inútil, ha desaparecido.
Empiezo a desesperarme, estoy acongojado ante esta inquietante situación. Suena un pitido que me es familiar… ¡el móvil! ¡Ahí está! Se ha iluminado, está en el suelo. Es un mensaje de amor. Mi mujer ha escrito, dice que me quiere, que le gustaría estar a mi lado en estos momentos. No puedo evitar llorar, la cólera me posee. Me lanzo furioso hacia la puerta y la derribo rompiéndome el hombro y quedando noqueado en el piso. El golpe ha sido desmesurado…
Con cierta dificultad logro percibir un bochorno sofocante y noto un fuerte efluvio, como emanando de una alcantarilla, algo podrido. Al mover mi mano, estando en el suelo, tropieza con algo duro y caliente. Lo rodeo con mis dedos y palpo para comprender qué demonios es eso. Y queda mi palma adherida a la superficie de lo que quiera que sea. Un grito es lo siguiente, seguido de un estremecedor y quebrado ronquido que me deja sordo, que daña mis oídos. Ha reventado la cocina, se ha incendiado mi hogar… Ahora hay luz suficiente, el fuego me descubre aquella cosa. ¡Viene de arriba! ¡Ha atravesado el techo de mi casa! Es una columna viscosa, verde y con forma de tallo. No puedo despegarme, lo intento empujando con las piernas y al fin lo consigo.
Ahora está todo lleno de humo, he de cruzar el pasillo y salir urgentemente. Agacho la cabeza y me tapo la boca con mi camiseta para no respirar humo. Me dirijo hacia la salida. No está lejos pero estoy débil y me cuesta llegar hasta ella. Salgo a la calle. La visión es extraña, desconocida para mí. Pareciera una pintura surrealista, un esbozo de paraje inhóspito. Veo coches al revés, rejas retorcidas y árboles destrozados formando un amasijo siniestro. Veo ropa por los suelos cubierta de barro, en su mayoría de color rojo oscuro, como ensangrentada. Hay fuegos fatuos, espinosas enredaderas cubriendo esqueletos. No hay cielo… ¡no hay cielo! En su lugar hay un espejo, todo está reflejado en él, como si se tratase de un charco. Y todo se reduce, estoy viendo como, alrededor, se avecinan montones gigantescos de piedras o algo similar. Es uniforme, es compacto, es circular… Estoy perdido, todos estamos perdidos. Un último deseo, por dios… ¿por dios? No… soy ateo; y ¿ahora qué estoy diciendo?… Es el miedo, es la mano helada del terror, el rostro enjuto de la muerte. Mi último deseo es verla… y la veo. Mi último deseo es morir.
Me incorporo, me aferro a un cigarrillo y tembloroso doy vueltas por mi dormitorio. Tengo la sensación de estar en un barco a la deriva, la leve certeza de que fuera hay tormenta y el ancho mar agita la embarcación propagando el pánico entre los tripulantes, azotando hasta en lo más profundo del angosto pensamiento humano. Me acerco a la puerta… ¡está atascada! ¡Maldita sea! He de salir, ¿¡qué demonios ocurre fuera!? Lo intento reiteradamente, la golpeo con el puño y me hago añicos el nudillo. Me estoy mareando. Vuelve a mí aquella dislexia que antaño me agobiaba en la lectura, pero ahora enfocada al entendimiento sensorial conforme al entorno. Estoy a punto de vomitar. Me tumbo en el suelo, jamás estuvo tan frío, me gusta, me alivia.
Todo está borroso pero no pierdo el conocimiento e intento mantener mis rodillas flexionadas. Ya no puedo aguantar más el vómito y vuelco mi cabeza hacia un lado. No debe haberme sentado bien el pato asado de la cena… ¿Habrá sido la última cena? He de saber qué ocurre, he de ponerme en pie y lo hago. Vuelvo a la puerta e intento abrirla de nuevo. La sangre me gotea por los codos, no quiero marearme de nuevo, ahora no. Definitivamente se apaga la lamparilla, la luz no funciona, acudo al teléfono móvil que hace un momento me indicaba las actualizaciones y se ha desintegrado, no lo encuentro… ¿dónde está? Miro hasta debajo de la cama por si se ha caído pero es inútil, ha desaparecido.
Empiezo a desesperarme, estoy acongojado ante esta inquietante situación. Suena un pitido que me es familiar… ¡el móvil! ¡Ahí está! Se ha iluminado, está en el suelo. Es un mensaje de amor. Mi mujer ha escrito, dice que me quiere, que le gustaría estar a mi lado en estos momentos. No puedo evitar llorar, la cólera me posee. Me lanzo furioso hacia la puerta y la derribo rompiéndome el hombro y quedando noqueado en el piso. El golpe ha sido desmesurado…
Con cierta dificultad logro percibir un bochorno sofocante y noto un fuerte efluvio, como emanando de una alcantarilla, algo podrido. Al mover mi mano, estando en el suelo, tropieza con algo duro y caliente. Lo rodeo con mis dedos y palpo para comprender qué demonios es eso. Y queda mi palma adherida a la superficie de lo que quiera que sea. Un grito es lo siguiente, seguido de un estremecedor y quebrado ronquido que me deja sordo, que daña mis oídos. Ha reventado la cocina, se ha incendiado mi hogar… Ahora hay luz suficiente, el fuego me descubre aquella cosa. ¡Viene de arriba! ¡Ha atravesado el techo de mi casa! Es una columna viscosa, verde y con forma de tallo. No puedo despegarme, lo intento empujando con las piernas y al fin lo consigo.
Ahora está todo lleno de humo, he de cruzar el pasillo y salir urgentemente. Agacho la cabeza y me tapo la boca con mi camiseta para no respirar humo. Me dirijo hacia la salida. No está lejos pero estoy débil y me cuesta llegar hasta ella. Salgo a la calle. La visión es extraña, desconocida para mí. Pareciera una pintura surrealista, un esbozo de paraje inhóspito. Veo coches al revés, rejas retorcidas y árboles destrozados formando un amasijo siniestro. Veo ropa por los suelos cubierta de barro, en su mayoría de color rojo oscuro, como ensangrentada. Hay fuegos fatuos, espinosas enredaderas cubriendo esqueletos. No hay cielo… ¡no hay cielo! En su lugar hay un espejo, todo está reflejado en él, como si se tratase de un charco. Y todo se reduce, estoy viendo como, alrededor, se avecinan montones gigantescos de piedras o algo similar. Es uniforme, es compacto, es circular… Estoy perdido, todos estamos perdidos. Un último deseo, por dios… ¿por dios? No… soy ateo; y ¿ahora qué estoy diciendo?… Es el miedo, es la mano helada del terror, el rostro enjuto de la muerte. Mi último deseo es verla… y la veo. Mi último deseo es morir.
(Soy autor de la primera imagen, desertor tras lo escrito de la segunda)
Joooooooder!!! Qué angustia!!! Vaya momentazo has descrito. Ufff...por cierto, dime lo que fumas... En el cenicero parece un cigarrillo normal pero ya lo dudo después de leer esta pasada!!! Jajajaja...
ResponderEliminarGenial.
A que parece un cigarrillo, eh? jajajajajajajja.
EliminarGracias, Maite, me ayudas a ejercer la imaginación sólo con tu presencia.
Besos!!
Hay cosas que me han gustado y cosas que no
ResponderEliminarpero entretiene Luis, quizá los tópicos que usas
restan calidad a la prosa y se llena de
ciertos altibajos.
En todo caso, se sobrevive a la lectura
un abrazo.
Es curioso que se sobreviva, Cielo, pensaba que era el fin, pero veo que acaba de empezar... Agradezco tu objeción. Lo pensé. De hecho quité muchos otros tópicos para procurar una prosa austera, y finalmente dejé algunos en el relato.
EliminarOtro abrazo hasta el cielo de Madrid
Bien,el manejo del suspense,desgarrador el pánico..Creo que logras el objetivo que te planteas! He pasado un rato "acojonante-ada"
ResponderEliminarAcojonante-ada, qué bueno!
EliminarGracias, Luna, me alegra muchísimo verte llena, aquí bajo este relato-express. Te mando besos
Se lee y te va atrapando, Luis. Te metes en las sensaciones del protagonista y sientes su agobio casi claustrofóbico. También su miedo.
ResponderEliminarVamos, Luis, que un mal rato y sin nadie con quién pasarlo (me refiero dentro del relato). Esto es un fin del mundo al estilo LuisGarcíaCarreteraSecundaria y que tiene su aquel.
Esperemos que cuando llegue me pille dormido del tó.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Gracias, Mos. En realidad mezclo sensaciones vividas, adecuándolas a este entorno de ficción, comparando también algunas con las posibles que sintiese el personaje. Luego está que todo lo vivo paso a paso, tuve esa oportunidad anoche y lo escribí.
EliminarUn gusto recibir tus palabras desde la orilla, un abrazo
No sé que decirte de si me gusta o no, lo que sí te puedo
ResponderEliminardecir es que no me deja indiferente y eso para mí ya es
bueno. Algo catastrófico y trepidante, visto desde
el punto de vista de un hombre angustiado.
lo que no se te puede negar es la imaginación, esa la
tienes bien puesta.
Un saludo.
Gracias por decir algo, puedes decir lo que quieras, Paco, o no decir nada, que me leas ya es un lujo.
EliminarCatastrófico, trepidante, angustioso... lo has dicho bien, es así. Me honra tu mención a mi imaginación.
SALUDos!!
Has descrito muy bien la angustia de no saber lo que ocurre,y además intuir que ha pasado algo terrible, y todo con un cierto humor, :)
ResponderEliminarMuy buena imaginación,Luís.
Un abrazo fuerte fuerte.
Mil gracias!
EliminarAñadí una minúscula pizca de humor... aunque creo que no era el momento.
abrazo fuerte, Ohma
Sobre todo la angustia de vivirlo solo. Espero que a mí me pille con todos los míos.
ResponderEliminarBuena angustia... bien expresado... y muy bien compartida.
Un besote, luiqui. Nos vemos en el otro lado. :)
Nos vemos allá, Hulnísima, con besos y abrazos ;-)
EliminarUn relato trepidante donde la angustia llega a momentos de asfixia.
ResponderEliminarComo siempre admiro tu imaginación, el texto atrapa desde el principio hasta el final.
Un abrazo
Gracias por pasar y por tu comentario, José Manuel.
ResponderEliminarrecibe otro abrazo
Vamos a ver, Luisito. Dime qué tipo de sustancia psicotrópica has tomado que yo eso no lo quiero probar. Madre mía, qué yuyu! Dí la verdad, eso es una resaca como un piano un lunes por la mañana, va, anda suelta y no te pongas metafísico que no cuela...jajaja.
ResponderEliminarAún así, logras transmitir angustia, horror y agobio y supongo que era eso de lo que se trataba.
Un beso agónico!
jajaajajajajaajajajajajaaja Confieso que tomé un par de relatos de LoveCraft, me acosté temprano y me desvelé con el guasa, me hiper-activé y proseguí una pesadilla relacionada con la teoría del bigcrunch, pero nada de drogas, lo juro!!!
EliminarLa próxima vez lo intentaré con un poquito de marihuana a ver que tal... ejem...
Besos!!!!!
Aunque ya lo han dicho varias veces, esa es la palabra exacta: Angustia.
ResponderEliminarLogras transmitirla al lector, ademas de conseguir un relato muy visual, lleno de imagenes (...a cual más chunga :))
Un placer,amigo...lo dicho, ya me presentarás a tu camello :)
Gracias, Castelo. A ver si un día te pasas por aquí, te desvías sin querer queriendo y te presento al camello cojo de un rey ciego de hierba, ajjajajaaja
EliminarEs un gusto verte comentar, amigo. Te mando un abrazo hasta Madrid... o hasta donde estés :)
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAgradezco tu visita, Cat, y a todos los que pasáis por esta carretera aunque no os detengáis.
EliminarQué sufrimiento, por Dios!!!! Me imagino cada escena que describes y lo paso fatal. Ufff, menos mal que es sólo imaginación.
ResponderEliminarUn abrazo, Luis
Un fuerte abrazo, Aurora!!
Eliminargracias por implicarte en la lectura
Ah, pues yo a lo del camello me apunto.
ResponderEliminarDel relato y sabes lo que opino jeje, que se nota que lees a los maestros del terror.
Se nota que me recomiendan bien.
EliminarGracias, Ángela, apuntada quedas.
Santo Cielo! así debe ser el cielo...un espejo con hombres y reflejos de hombres...me ha gustado Luis.
ResponderEliminarEmpieza de lleno el vértigo, es vertiginoso.
Saludos.
Muchísimas gracias, Beatriz!!! Es apocalíptica la imagen, sí.
EliminarSALUDos
Asi me envuelvo yo en humo cuando estoy inquieta. Besos
ResponderEliminarBesos a La Soledad. Muchas gracias por pasar, por leer, por aparecer.
EliminarNo he podido evitar, mientras te leía, en el 21 de diciembre y los Mayas.
ResponderEliminarEn verdad trasmites bien el agobio.
Saludos
Gracias por pasar, Trini.
Eliminartu narrativa es apabullante , logra trasmitir ese ahogo , esa sensación de imposibilidad de escape, me gustó mucho
ResponderEliminaresa implosión es puro caos , es una gran comezón que nos devora por dentro
felicitaciones
abrazos y feliz jornada
Tu imaginación vuela y no nos dejaste indiferente con tu entrada, Luis.
ResponderEliminarUn beso.