El suicidio de Álbein se produjo a una
hora extraña, así lo dicta un informe policial. Pero tal vez no fuese así, tal vez
alguien cortase el hilo de su vida como hacía la última de las Moiras. La
cuestión es que no quedó rastro de aquel solitario compositor, a excepción de
una canción de blues en la que, parece ser, se predice su destino fatal.
Miércoles de madrugada, noche húmeda y repleta de bruma, silencio hueco y sensación de soledad absoluta. Sus pasos se dirigían al río, cruzando caminos perdidos, andando incluso por mitad de una vieja carretera secundaria nada transitada a esas horas. La canción narra, en verso, que había siniestras figuras en las ramas de los árboles, que a cada paso se hacía denso el tiempo y que un frío crujiente, capaz de atravesar rostros, dominaba el ambiente.
Ni un alma por la carretera. Solamente él con su guitarra a la espalda. “El río está cerca, huele a luna y a humedal”. El fa sostenido parte el ritmo en dos, dejando tras de sí una bajada de armonía, un orgasmo contenido y finalmente el fin.
“Muy pronto lavaré mis pies en agua turbia, clavados en el barro, entre cañas y recuerdos ahogadizos”. Escrito está también, que sentado en la orilla alcanzó su ánimo a tocar el instrumento de cuerda y que las notas parecían nadar río abajo. “Se pierden en la neblina y en el sonar de la corriente”.
El hombre del cual se escribe frecuentaba aquel paraje en busca de olvido. Cuentan en los alrededores que la mujer que amaba lo esperaba antaño bajo un olivo hasta que un día no encontró ni tan siquiera el árbol, y una aceituna en su lugar, negra de llanto amargo, le hizo comprender que todo fue un sueño.
Y entre todo esto que pensaba se adentró despacio al río. “Estoy helado y tengo ganas de verte, estoy helado por fuera y quemado por dentro”. Nadó tranquilo y fue justo que mirando al fondo vio venir una sombra hacia la superficie. Sumergió su cabeza con los ojos bien abiertos y pudo ver que aquélla se detenía todavía muy profunda. Al salir para respirar sintió un dolor en el muslo de la pierna derecha. Un anzuelo se clavó en sus carnes y tiraba hacia abajo, como si el mundo estuviese al revés y desde el fondo del río hubieran lanzado una caña de pescar. Forcejeó sangrando y gritaba estremecido de pánico. Cedió y se hundió. Con las manos hacia arriba intentando regresar hacia fuera, bajaba como un plomo dejando no sólo sangre, sino también lágrimas, burbujas de ansia y un anillo de plata en cuyo grabado se lee el nombre del compositor.
Miércoles de madrugada, noche húmeda y repleta de bruma, silencio hueco y sensación de soledad absoluta. Sus pasos se dirigían al río, cruzando caminos perdidos, andando incluso por mitad de una vieja carretera secundaria nada transitada a esas horas. La canción narra, en verso, que había siniestras figuras en las ramas de los árboles, que a cada paso se hacía denso el tiempo y que un frío crujiente, capaz de atravesar rostros, dominaba el ambiente.
Ni un alma por la carretera. Solamente él con su guitarra a la espalda. “El río está cerca, huele a luna y a humedal”. El fa sostenido parte el ritmo en dos, dejando tras de sí una bajada de armonía, un orgasmo contenido y finalmente el fin.
“Muy pronto lavaré mis pies en agua turbia, clavados en el barro, entre cañas y recuerdos ahogadizos”. Escrito está también, que sentado en la orilla alcanzó su ánimo a tocar el instrumento de cuerda y que las notas parecían nadar río abajo. “Se pierden en la neblina y en el sonar de la corriente”.
El hombre del cual se escribe frecuentaba aquel paraje en busca de olvido. Cuentan en los alrededores que la mujer que amaba lo esperaba antaño bajo un olivo hasta que un día no encontró ni tan siquiera el árbol, y una aceituna en su lugar, negra de llanto amargo, le hizo comprender que todo fue un sueño.
Y entre todo esto que pensaba se adentró despacio al río. “Estoy helado y tengo ganas de verte, estoy helado por fuera y quemado por dentro”. Nadó tranquilo y fue justo que mirando al fondo vio venir una sombra hacia la superficie. Sumergió su cabeza con los ojos bien abiertos y pudo ver que aquélla se detenía todavía muy profunda. Al salir para respirar sintió un dolor en el muslo de la pierna derecha. Un anzuelo se clavó en sus carnes y tiraba hacia abajo, como si el mundo estuviese al revés y desde el fondo del río hubieran lanzado una caña de pescar. Forcejeó sangrando y gritaba estremecido de pánico. Cedió y se hundió. Con las manos hacia arriba intentando regresar hacia fuera, bajaba como un plomo dejando no sólo sangre, sino también lágrimas, burbujas de ansia y un anillo de plata en cuyo grabado se lee el nombre del compositor.
A la mañana siguiente, a orillas del río,
la guitarra dormía, cubierta de escarcha su madera barnizada. Junto a ella un
papel mojado y sostenido con una pequeña piedra. En él la canción sin título. Y
enterrado en barro craso, se halló el anillo, y decidieron los testigos titular
el blues leyendo el grabado de forma inversa.
“La niebla cubrió mis ojos, y te vi marchar”… terminaba la canción.
“La niebla cubrió mis ojos, y te vi marchar”… terminaba la canción.
(La imagen no es de mi autoría)
Sí que es como un "blue"...
ResponderEliminarUn saludo, Luis.
Gracias, Juan. por tu visita, por la lectura. Blues and jazz, and rockandroll!
EliminarSalud!!
¡Qué bueno lo hayas traído!, tiene todos los ingredientes de un buén blues y cómo no de un relato, relato, verdaderamente escalofriante..
ResponderEliminarLa mayoría de las veces, las cosas no son lo que parecen....
Saludos
Muchas gracias, Pilar. Sí, no parecen las cosas lo que son...
EliminarUn abrazo
No creo que haya una hora ideal para morirse...
ResponderEliminarComo siempre un relato encantador.
Un beso Luis.
Trini.
Gracias, Trini, te mando otro beso, hasta donde estés, que sé que puede ser cualquier sitio, ya que los viajes son tu pasión.
EliminarY así son los blues, melancólicos, y extraños. Un suicidio casi consentido, me parece, por su predisposición al vuelo del agua. ¿ quién le dijo qué muriera, si no fue él mismo ? se dejó llevar hacia ella...¿ o quizá no ?
ResponderEliminarEn el próximo blues nos cuentas...
Muy acertado tu comentario, Guaci. Nunca se sabe lo que puede llevar a crear un blues.
EliminarUn abrazo
Lo dicho, Luis, que te superas con cada nuevo texto que nos muestras.
ResponderEliminarSí que uno se imagina a todo un blues en este relato; un blues triste que acompaña los párrafos y el final de Álbein tan premonitorio.
Me ha gustado ese guiño a las carreteras secundarias y ese toque de leer al revés el nombre del anillo y dejar como "Niebla" aquel manuscrito en forma de canción. Muy tuyo ese toque.
Sinceramente Luis, me ha gustado.
Un abrazo de MOS desde la orilla de las palabras.
Me alegra leer en tu comentario el descifrado del sencillo reverso en el título del blues. Pero sobre todo, Mos, me alegra mucho que me leas y que comentes con ese compromiso con el que nos haces ver que te apasiona la lectura. Sé de sobra que también la escritura, y hasta tu orilla mando un abrazo
EliminarCasi se lee en blanco y negro..sabor triste,nostálgico. Un gustazo leerte, siempre las carreteras secundarias,son las más misteriosas y enriquecedoras!
ResponderEliminarBuena, muy buena!! en blanco y negro debiera ser la imagen de haberla. Gracias, Luna
EliminarUna entrada fantástica. Sería una buena letra para un blues. Triste, melancólico...
ResponderEliminarLo dicho, me ha encantado.
Un fuerte abrazo, Luis.
Otro!! Aurora. Gracias por pasar por aquí.
EliminarPero qué bonita historia leyenda!
ResponderEliminarMe tuvo en vilo hasta el final.
Un abrazo Luís.
Muchas gracias, Ohma. Saber que mantiene un poquito al lector con ganas de terminar, aunque sea corto, me alegra mucho. Otro abrazo!
EliminarMe ha gustado Luis y es curioso lo que voy a decir,
ResponderEliminarmenos la prosa, es decir, no queda limpia del todo
si bien hay tramos brillantes, falta lograr un mismo
equilibrio, me parece que esta rodeada de altibajos,
pero de estructura no de fallos gramaticales.
Pero como te digo, tiene mucho ingenio, y la escena de la pesca
ha sido precioso.
Bueno, para terminar Luis, yo creo que unos pocos detalles
en la escritura este texto puede alcanzar un gran nivel.
Pero como te digo, todo el ambiente que recreas es estupendo.
Un abrazo fuerte Luis
y que pases una linda Navidad.
Sé a lo que te refieres, Cielo. He intentado narrar al mismo tiempo que adentrar en el pensamiento del personaje, porque es su blues el que cuenta.
Eliminar"Una hoja en el río... no va contracorriente... si la sigue tu vista... es el paso del tiempo".
Gracias, Cielo, te deseo feliz Navidad y mucha salud para el nuevo año.
Una narración de altura, Luis (...aunque el prota acabe hundido :))
ResponderEliminarHas logrado crear "paisaje", y eso no es fácil,amigo. La historia, si, como un profundo (nunca mejor dicho) blues.
Abrazote, anfitrion.
Otro abrazo, huésped de honor, Castelo. Gracias, mucha salud!!
EliminarCasi podría estar leyendo a Poe. Ahora sólo te falta componer un blues y meter ese cuento dentro...
ResponderEliminarQué frío me ha dado!!!
Besosssss
Algo hay escrito, Analogy, algo hay...
EliminarCuando el grajo vuela bajo, ya se sabe.
Besos grandes!!!
Fantástica historia!! me ha encantado Luis, he visto a Albein sumergirse con los brazos hacia arriba y con cara de terror ante una muerte inminente. Genial.
ResponderEliminarBesos pero no fríos eh? templaitos.
jajaja, pues que así sea, Maite, besos templaitos y confortantes hasta ti. Muchas gracias por pasar por aquí, es un verdadero gustazo
EliminarLa última de las Moiras: Átropos. Que era la que cortaba el hilo vital, la inexorable, la execreable, la que en otro lugar se llamaba Parca.
ResponderEliminarTodo el ambiente es brumoso, niebla hay alrededor de esa muerte, niebla hay en el habiente. Debe ser la misma bruma que envuelve el dolor de aquel que ya no quiere vivir más, o que está conforme con la muerte. Es dolorosa esa imagen del compositor extendiendo los brazos hacia arriba ¿quizás quiso agarrarse al hilo vital a última hora?
Me gustaría escuchar ese blues desgarrado y triste que te llevó a escribir algo tan triste, tan oscuro.
Soledad, tristeza... bien conseguido.
El blues puede sonar en cualquier momento, pero sólo puede componerse una vez, o nunca. Es curioso el mundo de la inspiración, indomable, pienso.
EliminarGracias, Ángela, es un honor. Besos
Vuelvo por aquí y otra vez me sorprendo de tu talento.
ResponderEliminarEs muy bueno, terroríficamente bello, este cuento. La ambientación me ha encantado; describes muy bien el deprimente ambiente, a juego con el ánimo del personaje. La guitarra queda sola, como si fuera la esencia del músico, allí abandonada y testigo del secreto de su muerte. La muerte, extraña, misteriosa, un aparente suicidio, pero yo veo detrás algo más siniestro, terrorífico, o quizá su angustia vital se volvió realidad y fue "pescado" por ella.
En fin, que me has dejado un rato "alelada" con tu relato de sombras, sangre y nostalgia.
Un abrazo, amigo, y que tengas un gran año :)
Volarela, muchas gracias. Mi alegría sube alto leyendo tu comentario, muy certero además, muy fiel a la lectura, y eso me llena mucho.
EliminarOtro abrazo, fuerte. Feliz año y salud!
Totalmente transportada por tus palabras luisgar...
ResponderEliminarFlorlunar, agradecido estoy con tu visita, con tu viaje.
EliminarMuchos besos
En verdad tu relato conmueve.
ResponderEliminarPienso que quiso asirse a la vida cuando ya era tarde. Demasiado tarde.
La guitarra es la muestra de su soledad palpable y, a la vez, el ancla que pudo salvarle.
Muy bueno
Abrazos
Muchas gracias, Trini, es un placer ser leído y comentado. Más abrazos!
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