domingo, 3 de junio de 2012

Fobia




Todo estuvo tranquilo aquel día vacacional. Recuerdo bien que salí a correr por la playa antes incluso de producirse el crepúsculo y disfruté de la brisa del mar, algo que me enamora y me fascina desde niño. Tampoco olvido el desayuno; la verdad es que no hay nada que olvide de aquel marcado día estivo… O casi nada.

 


Al regresar de la galopada y tras una ducha placentera, cuando todavía trabajaba la aurora en el cielo, salí de casa pensativo; algo me había dejado por hacer pero no lo recordaría hasta bien entrada la noche. En la puerta me encontré con mi amor platónico, vecina mía, he de decirlo con claridad. Quizá llegara de una larga noche de fiesta, aunque no le pregunté; llevaba medias negras y minifalda azul… y un gorro, para variar. La invité a desayunar, ¡simplemente a desayunar!,  pero como en anteriores ocasiones se negó a acompañarme.

-Otra vez será, hoy no puedo- dijo derritiendo por dentro mi corazón.

Le di dos besos en la mejilla, despacio, casi saboreando su piel y mirándola fijamente. Ella no apartó sus ojos de mí, pero sus besos rozaban mi cara y se perdían en el aire.
 
-Nos vemos…- terminé diciéndole estando ya lejos de su cuerpo serrano.

Bajé por una famosa cuesta, la cual conducía a un restaurante, con vistas a un antiguo faro abandonado. Pedí un desayuno inglés: zumo de naranja, huevos fritos, alubias, bacón y tomate. Al terminar tomé un café cortado y me fumé un cigarro mientras hacía un crucigrama. Llegó un amigo que habituaba aquella zona y estuvimos hablando casi toda la mañana. Yo había quedado para almorzar con una prima y me despedí al mediodía. Tuve que coger el coche porque ella quería salir de tiendas tras la comida, así que me acerqué a su casa y nos fuimos al centro de la ciudad.

Allí pasamos casi por completo aquella tarde y al llevarla de vuelta a casa intenté recordar lo que olvidara por la mañana.

-Prima- le dije con gesto abstraído-, ¿qué has hecho tú esta mañana?
-Pues lo normal, la rutina de siempre: limpiar la casa y poco más. ¿Qué quieres saber?
-No es nada personal… Es que no recuerdo algo que debí haber hecho hoy y pensé que si me decías lo que has hecho tú, pudiera relacionarlo y recordar al fin.
-Cuando llegues a casa y te relajes verás como recapitulas y te acuerdas, querido primo.



Tras haberla dejado en su casa y aún dándole vueltas al tarro, me dispuse a regresar al hogar, necesitaba descansar. Aparqué el coche muy cerca, tuve suerte en ese sentido, no tenía muchas ganas de andar. Al abrir la puerta de casa me recorrió un escalofrío por el brazo.

-El pomo está helado- pensé.

Eché los pestillos, me quité la camiseta, los zapatos, encendí la radio y fui al lavabo urgentemente. Sonaba Armstrong en el dial, y eso me gustaba. Fue una de las mejores meadas de mi vida, con perdón. Pero todo se truncó, algo estremeció mi cuerpo mientras me miraba en el espejo sonriente, gesticulando al ritmo del jazz. Supuse que algo me había sentado mal, quizá el pastel de cerezas... quizá el whisky gran reserva…

-No creo… debe ser el cansancio- asumí entre cábalas.

Y fue entonces cuando, definitivamente, me di cuenta de que algo iba mal. Escuché un ruidillo justo al terminar la canción, como el chasqueo de algún material pastoso. Todavía sonaban los ecos de aquella trompeta en mi cabeza, me acerqué al aparato radiofónico para desconectarlo y  me quedé quieto, pendiente de otra posible señal. Pasaron más de cinco minutos y no ocurría nada, ¿me estaría volviendo loco? No, de eso nada, tenía los pies en el suelo, descalzo además. Me asomé a la ventana del salón, ¿para qué?, para nada, pero eso me hizo recordar lo que llevaba todo el día olvidando porque pasó el camión de la basura, con su ruido solitario.

-¡La basura! ¡Joder!, ¡no he sacado la basura! ¡Mierda!

Me dispuse, raudo y veloz, a sacar la basura aunque fuese tarde. Me calcé, volví a ponerme la camiseta, entré a la cocina y abrí la puertecilla bajo el fregadero, allí estaba el cubo de basura, hasta la bola, maloliente y casi nocivo.
 
-Aquí no ha pasado nada- me dije a mí mismo-, mañana saldré a correr más tarde, haré limpieza general.

Tardé apenas unos minutos en bajar a la calle y entrar de nuevo en casa. Volvió a recorrer mi cuerpo un tremendo repeluzno.

-Debe ser el cambio de temperatura que me ha producido el “paseo”- dije en voz alta, hablando solo.

Habiéndome deshecho ya de los desperdicios, de la bazofia que guardaba por descuido, me senté a cenar: un par de peras, si mal no recuerdo… aunque no es de extrañar. Me acosté por fin y me puse a leer a Poe. Mis ojos debieron cerrarse en mitad de uno de sus poemas.





A partir de aquí mi percepción cambia brutalmente. Recuerdo una visión espantosa… No era un sueño, era una pesadilla, y puedo testificar que real como la muerte misma. Tumbado en la cama algo perturbó mi descanso. A mis pies, una enorme rata gris con los ojos enrojecidos olfateaba las sábanas y se movía a corta distancia, pausada pero deprisa. Pude sentir el calor de aquel “bicho” en mis tobillos, aguanté la respiración, reprimí un grito para aludir valentía y vencer mi fobia. Se paralizó el mundo cuando el roedor alertó que lo miraba… Y me rendí, no supe reaccionar; agité mis piernas hacia arriba con fuerza, con ímpetu, sacando la sábana de debajo del colchón y elevando la rata hacia una desafortunada dirección. Se precipitaba hacia mí con el pelo encrespado y el rabo alzado, era horrible, grotesco, pavoroso. No pude retirar el rostro, no tuve tiempo de huir ni de defenderme, y el animal golpeó mi sien con su hocico romo. No sé si fue su mandíbula la que crujió o fue mi hombría, pero la verdad es que salí disparado de la piltra, despavorido y torciéndome el tobillo. Caí de bruces golpeándome en la frente.

La pesadilla realmente comenzaba ahora. Sangrando, inmóvil pero consciente, en el suelo, acechado por el roedor y mareado. ¡Pánico! Esa es la palabra que se me viene a la mente entre admiraciones y lagunas de incertidumbre.  Desde el suelo podía ver la puerta de la habitación; forcé la vista hacia arriba y llegué a ver el dintel de la misma cuando escuché un chirrido molesto y agudo. El animal pasaba delante de mí, y se acercó hasta casi rozar mi frente. La claridad de la luna era lo único que iluminaba la habitación… Y esos ojos rojos… ¡No! ¡No quiero recordarlo! Debí pasar tirado en el suelo algunas horas, puede que toda la madrugada… debí quedarme dormido de nuevo… Me levanté a duras penas, aturdido, extremadamente confundido.
Dando pasos de hormiga, casi retrocediendo,  llegué al salón y agarré el teléfono. No había marcado todavía el prefijo cuando se me pusieron los pelos como escarpias. Allí estaba el mamífero peludo, en el alféizar de la ventana. Mi vista se nubló por segundos, sentí una horrible sensación de angustia y noté un efluvio de sudor pestilente. Bajó desde mi frente hasta la punta de mi nariz una gota de sangre que se resistía a caer. Pensé entonces que debía superar mi fobia, y esperé  que aquella gota de sangre desprendiese su apego a mi vida para siempre… Y cayó retumbando en el suelo, espantando al fétido animal. Corrí hacia la ventana, cojo y casi ciego, dispuesto a vencer mis miedos.

Al llegar, un viento caliente azotó mi careto asustado. Decenas…puede que cientos de ratas entraran por la ventana en aquel justo momento, trepando desde las paredes del exterior e inundando la casa por completo. El sofá estaba infectado de ratas, de la mesa colgaban sus rabos; en los muebles no se veía otra cosa que ratas y de las sillas bajaban y subían sin parar. ¡Dios! Arrasaron con todo. Royeron hasta en lo más hondo de mis miedos.









Todo lo que vemos o parecemos es solamente un sueño dentro de un sueño. “Edgar Allan Poe”


12 comentarios:

  1. Ratas, cucarachas... son algunas de mis animadversiones.
    Como diría mi amigo Javi: me has puesto los pelos de gallina y la piel de punta, pero no de la emoción, sino de la "tiricia" (que decimos por acá) que he sentido al leer tu relato.
    Uf! Y ahora tengo que dormir con esto todavía en la mente. Ah, no, puedo leer a Aurora.
    Magnífico texto, compañero.
    Un abrazo.

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  2. Yo te recomendaría que no leyeses a Poe justo antes de dormir ;-) jajaja. Menuda pesadilla que me has transmitido, por Dios... con la mala noche que he pasado yo!!!!

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  3. Gracias, compañeros!!!
    No volveré a leer a Poe antes de dormir, he decidido leer el Marca que es más sano, jajajajajajaja.

    Abrazos y besos, amigos.

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  4. Poe!!! Te sugiero el cossmopolitan. Por Dios, Luis qué pesadilla,jajaja, si he sufrido hasta yo!. Muy bueno. Un abrazo.

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  5. Madre mía... ahora estoy mirando por todos los rincones de mi salón porque oigo ruidos jajajajaj, aunque tengo que reconocer que tengo el techo de mi casa minado de ratas (y no es ningún sueño) y como las pille soy capaz de matarlas una a una con mis propias manos (que chula soy)...
    El texto ha estado genial, me has tenido con el corazón encogío... uffff...

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  6. Aurora, Maite... con vosotras aquí ya no hay pesadilla, sino sueño.

    El cosmopolitan es demasiado rosa pá mí, Aurora, pero acepto la sugerencia, por supuesto.

    Bueno, bueno... un techo minado de ratas???? No iba a dormir yo tranquilo hasta exterminarlas.

    Gracias a las dos!!! Abrazos electrónicos desde Córdoba.

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  7. Madre mía,eso sí que es escalofriante..uff..es como leer mi peor pesadilla! Pero,si has logrado el escalofrío del lector,quiere decir que has llegado al objetivo,y al buen hacer!

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    1. Gracias, Luna... veo que no soy el único que sufre de musofobia, espero olvidar este relato, más me vale...

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  8. Solución: llamar a SADECO y en menos de unas horas se presenta en tu casa un exterminador de plagas. Consejo: Mientras tanto abandona el hogar.

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    1. Una solución infalible, Bea... en este caso, mientras tanto tendré que abandonar la pesadilla.
      Besazos!!!!!

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  9. Una de dos, Luis...o dejas a Poe, o cambias de camello...pero un día dec estos de da un viaje, tio...
    Fuera coñas, muy buen relato,amigo; en la más pura linea Poe, pero modernizada; da repelus leerlo, y eso es que, de alguna manera, nos has transmitido, o recordado, las fobias.
    Un abrazo.

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    1. Mi camello debe estar jubilado ya, jajajaajaja, y Poe ni te cuento.

      Gracias, Castelo, un honor recibir tu comentario, amigo.

      Abrazo recibido y correspondido.

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