miércoles, 15 de agosto de 2012

El esqueleto




Había un banco de madera en lo más alto de la montaña, pintado de un verde oscuro, clavado en el suelo rocoso del mirador. Desde mi casa podías verlo al atardecer, porque a otras horas, debido a la atmósfera que rodea el pueblo no podías distinguirlo.
Cuando empezaba a oscurecer, un poco antes de las ocho de la tarde, regresaba yo del paseo vespertino. Ya había jugado en el parque y, tranquilamente, bien acompañado, de regreso me podías ver con las manos en los bolsillos.

"Éramos sólo dos niños, mas tan grande nuestro amor"… Y después de intentar besarla, sin éxito alguno pues sus labios se escondían en el tiempo, daba yo los últimos pasos hasta mi hogar, apenas a veinte metros del suyo.

No había una sola vez, lo juro, ni una sola vez que no mirase antes de entrar en casa hacia aquella dirección, hacia lo más alto de la montaña. Y es entonces cuando me parecía ver un esqueleto sentado en el banco de madera.

En más de una ocasión pensé sacar mis prismáticos para verlo con claridad, pero… al entrar a casa debía dirigirme hacia el sótano para sacarlos del cajón de un viejo mueble arrumbado, y tras haber recorrido el pasillo siempre me paralizaba y me arrepentía.
No podría definir el miedo que me impedía ir a esas horas en busca de los prismáticos… Creo que debo contaros bien la historia para que os pongáis en mi lugar.


Mi abuela se llamaba Clemencia, morena de pelo pero blanca de piel. Fornida y no demasiado alta, siempre seria, mas cuando tenían que fotografiarla forzaba una extraña sonrisa que estremecía toda la imagen. Ella era la dueña de la casa, controladora y señora de sus espacios.

Cuentan en el pueblo que poco antes de que yo naciera, un mozo de rasgos árabes la pidió casamiento junto a una roca allá en lo más alto de la montaña, más o menos donde está el banco que tanto distrae mi atención. Y siguen diciendo, habladurías sin duda, que ella sonrojó tanto que cegó al muchacho, y éste, equivocándose al andar cayó despeñándose por el barranco.
¡Jamás!, reitero: jamás hablé con ella de eso… Ay, abuelita, tantísimas cosas no sé y ya te fuiste para siempre.

Normalmente era Clemencia quien me preparaba la comida a la vuelta del instituto, quien lavaba mi ropa, quien ordenaba las habitaciones, y era ella también quien limpiaba el gallinero situado en lo más bajo del exterior trasero de la casa, porque en el pueblo el desnivel en el terreno es considerable y las casas guardan muchos recovecos. A día de hoy ya me deshice del gallinero y de las gallinas.
No he conocido más familia que mi abuela, y apenas guardo un par de recuerdos nebulosos de mi abuelo, aunque creo, que soy capaz de imaginar su rostro porque en el sótano, allá donde guardaba los prismáticos, había un retrato suyo colgado en la pared, y sigue estando, es lo único que no me he atrevido a cambiar tras el fallecimiento de Clemencia, que insistía en que el del retrato era su padre, o sea, mi bisabuelo, pero yo sé que no, que el del retrato no podía ser su padre pues sería mucho más antiguo.


Cada vez que entro en el sótano tengo la sensación de que me mira desde el retrato, enmarcado de oro viejo y cubierto de polvo.



En una ocasión, una noche de tormenta, yéndose la luz repentinamente, mi abuela me mandó bajar al sótano en busca de leña porque el fuego en la chimenea estaba débil. Agarrando entonces una bujía y tras encenderla Clemencia con un mixto, me dispuse a bajar la larga escalera que conducía hasta el húmedo sótano.
Una vez allí cargué la espuerta como pude, con troncos medianos y algunas ramillas de olivo. Recuerdo muy bien como se apagó la vela y solté rápidamente la espuerta. Caminé despacio buscando el retorno para volver tras haber iluminado de nuevo la lamparilla, y pude notar, posiblemente el miedo me hizo desvariar, como alguien me susurraba al oído palabras sueltas. Os podéis imaginar cómo empecé a correr, y ya subiendo las escaleras el sprint fue aún mayor. Parecía que a mi espalda la oscuridad pudiera tragarme de un bocado, y al llegar al recibidor, tan sólo la llama ya tenue de la chimenea alumbraba la estancia.
Sin apenas verle los ojos, entre penumbras, mi abuela me gritó con furia y desmesura. Parecía haber enloquecido, me vociferaba una y otra vez exigiéndome que volviera al sótano, que trajera la leña. Yo rompí en sollozos y no conseguí de ningún modo dar explicaciones.
No pude más que dar media vuelta y volver a oscuras… y os ruego me perdonéis si algo explico mal, porque os prometo que ahora estoy temblando como antaño hiciera.

Mis pasos eran eternos, y apoyado en el muro de piedra, frío y gris, tragaba saliva y se erizaban mis pelos entre escalofríos que rompían mi respiración. Me detenía una y otra vez mirando hacia abajo con los ojos abiertos de par en par, sin pestañear, y escuchando hasta el más leve crujir del techo. No podía continuar, era imposible, estaba sugestionado por aquella alucinación. Cómo iba yo a llegar hasta el leñero cuando me temblaban todos los huesos del cuerpo.

Acongojado, inmovilizado en mitad de las escaleras, pude sentir una fría mano tocar mi cuello… y mis ojos se volvieron hacia adentro, mi alma entera, desde los pies a la cabeza, parecía querer salir por el pecho, y se me aflojaron las piernas y la vejiga al tiempo que mi abuela Clemencia gruñía y me pedía paso.
Era ella, que cansada de esperar decidió ir a por la leña, y de paso, regañarme de nuevo. Lo hacía mientras bajaba los peldaños que quedaban, y a cada paso que daba subía el tono de voz. Una vez dentro del sótano su verborrea para mí estaba difuminada, era un constante ruido y una mezcla de ecos.
Y ocurrió de nuevo. Al margen de aquellas violentas regañinas, sumadas con fuertes gritos, como de parturienta, tuve la impresión de que alguien me susurraba al oído palabras sueltas, pero confusas, como asfixiadas, y me pareció entender, sin moverme ni un solo centímetro desde que mi abuela bajara, que aquella voz de ultratumba me dijo “hijo mío”.
Acto seguido todo daba vueltas, porque caí escalera abajo en un intento de huir.

De eso hace ya unos años, y tengo la cicatriz marcada en la frente por aquel accidente. Cuando llega el ocaso me duele, pero me duele más aún la incertidumbre de no saber quiénes son mis padres. Clemencia nunca consintió hablar del tema…

Pues bien, supongo que ahora comprendéis un poco el porqué de mi temor.


Anabel, mi esposa, me consuela cuando lloro y me seca las lágrimas con su pañuelo. Sus padres le cuentan que Clemencia odiaba a los niños y juraba morir sin descendencia. Nadie en el pueblo conoció nunca a mis padres, y es más, nunca vieron a Clemencia acompañada y menos aún embarazada. También dicen los más deslenguados que yo nací en la soledad de casa de mi abuela.


A día de hoy soy muy feliz. Nunca olvidaré la tarde en la que conseguí besar a Anabel.
Cuando, como de costumbre nos íbamos a despedir una tarde, le conté la extraña visión y ella no pudo resistir la tentación de ir conmigo hasta el mirador.
Fue allí, sentados en el banco, donde besé sus labios carnosos y le juré amor eterno.
A veces tengo la insensatez de pensar, que aquel esqueleto sentado en el banco de madera era mi padre que subía el escarpado para verme llegar a casa.







Es dudoso que el género humano logre crear un enigma que el mismo ingenio humano no resuelva. “Edgar Allan Poe”




(La imagen no es de mi autoría)

36 comentarios:

  1. Ingenioso! He bajado a ese sótano y se me han erizado los pelos.
    Una historia escalofriante, has conseguido mantenerme espectante hasta el final, o te ha ayudado ese amigo tuyo, Edgar? Sea como fuese me ha encantado tu esqueleto.
    Un abrazo, Luis.

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    1. Sin ayuda de Poe no hubiera escrito nunca esta historia, por lo menos no de esta forma.
      Gracias, Aurora, no sabes qué ilusión me hacen tus palabras.
      Otro abrazo, compañera

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  2. Qué miedo, neneeeeee.... Juer, que luego una ha de dormir sola... vaya faena, jajajaja. Voy a twittear este magnífico relato.

    Un besazo!

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    1. Jajajajaja, muchísimas gracias, pelirroja!!!
      Tú no te preocupes si duermes sola, cógete si ves que tal un libro de Poe y te acompaña mejor que yo, jajajajajaj.
      Un besazo grande como el universo!!

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  3. Al mejor estilo del maestro Poe. Has utilizado esas armas para hacer un relato inquietante, de esos que no se olvidan, de esos que te obligan a mirar hacia detrás al apagar una luz.
    Ademas es un bonito guiño a Poe, sabéis que él tiene un poema que se titula así Annabel Lee, como no dedicado a una hermosa mujer a la que amó hasta después de su muerte. Dicen las malas lenguas que podría estar dedicado a su joven esposa Virginia, que falleció muy joven de tuberculosis.
    En el poema el joven enamorado se recostaba cada noche sobre la tumba de la amada muerta, justo al lado del mar.
    Un estupendo relato, niño.

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    1. Gracias por tus palabras, Ángela morena.
      Qué gran poema el de Poe, y qué ganas tengo de seguir leyendo sus letras, las cuales están cambiando mi forma de ver la literatura... Hay que ver, con los años que tiene ya nuestro amigo Edgar.
      Beso al cuadrado pa ti

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  4. Me ha gustado mucho, tiene intriga y nos quedamos con las ganas de saber un poco más, :)
    Besos.

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    1. Me alegra leer tu comentario, Ohma, gracias. No sé si sería bueno saber un poco más, ojos que no ven, corazón que no siente, ya se sabe....
      Besos, más besos

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  5. ...¿Quién se va ahora a la cama? Me gusta el ritmo y la estrategia, empiezas narrando sereno y bucólico, y entonces sueltas lo del esqueleto. El lector, ahí, ya pega un brinco, pero tú sigues a tu ritmo, dices algo y luego te escapas. Así todo el relato. Cuentas una historia apoyándote en otras. Inteligente y perverso.

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    1. Gracias, Ainhoa, por la lectura y el comentario, por pasar por esta carretera.
      Un abrazo, inocente y entusiasta

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  6. Me voy Luis, sólo he leído el principio, luego vuelvo.

    Pero me explicas como se ve un banco desde lo más alto de una montaña desde tu casa.

    y que frase es esa "poco antes de las ocho de la tarde"
    no hay literatura.

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    1. Ya veo que volviste, sigo en los siguientes comentarios... la frase, pues... ya lo ha dicho Maite, "poco antes de las ocho de la tarde" significa eso mismo, "con una poca de anterioridad a las horarias de las ocho de la tarde.

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  7. Me encanta el relato Luis. Yo paso si se puede ver o no un banco en lo alto de una montaña y entiendo perfectamente lo que quiere decir "poco antes de las ocho de la tarde", eso es muy frecuente en Andalucía (que rebosa literatura) aggggggg...
    Bueno una vez dicho esto que si no reviento... que me ha gustado mucho esa historia oscura que dejas ahí en el aire de la abuela. Recuerdo que el primer relato que te leí fue de miedo y ya me encantó.
    Un beso desde lo alto de la montaña, que en el banco se está mu fresquito jajajaja.

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    1. jajajaj, arte andaluz el tuyo, Maite.
      Gracias, yo también recuerdo bien, que Paulena fue la única comentarista en aquel relato.
      Desde esa montaña, te correspondo, mirando las estrellas y disfrutando el fresco

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  8. Estaría bueno que no se entendiera
    pero lo que se trata es de hacer literatura,
    no decir frases de andar por el barrio
    dicho esto, de buen rollito, de andar por el barrio
    llevo sangre andaluz en las venas, de Granada para ser más exacto.
    en realidad llevo sangre hasta de Drácula.


    Luis, cuando pueda, sigo leyendo
    estoy viendo el tenis.

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    1. Yo también tengo sangre de Graná, por parte de mis abuelos. Voy al siguiente...

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  9. Por cierto me has hecho recordar una frase de mi abuela,
    la decía cuando un tercero se metía en una discusión:

    "Estoy hablando con el calzón, no con la mancha de atrás"

    jajajaja

    que arte tenía la jodia, y no era andaluza.




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    1. Javier, creo que deberías disculparte por ese comentario, aquí no hay terceros ni primeros, en esta carretera está prohibido adelantar. Esto es un paseo.

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  10. me gusta mucho el clima que has sabido recrear,y que por lo visto a todos nos ha hecho mirar hacia atrás por los pasillos oscuros!

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    1. Gracias, Luna, desde la extraña montaña se puede ver tu luz.
      Un beso

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  11. Hablando en serio Luis

    Puedo imaginar el banco, la neblina, el musgo, la montaña
    hasta el atardecer...

    Pero no puedo con el ángulo de visión para observar el banco
    más si es un mirador que esta protegido, por una varandilla
    o algo por el estilo.

    Si fuera una cruz, si es posible, porque sobresale y se observa desde varios sitios
    a no ser que vivas en rascacielos, pero claro eso esta lejos de una montaña, entonces necesitarías telescopio astronomico
    en fin que me aburro y todo lo que hago para no leer el relato, jajaja
    prometo que mañana lo hago con calma.

    Ya sabes que soy muy meticuloso y cuando algo no me cuadra lo digo, pues cuando leo siempre lo visualizo en imagenes, me gusta el cine será por eso.


    Besos y sigue en pie ese partido de tenis

    te advierto que he mejorado mi revés.

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    1. Bien, hasta aquí he llegado. Yo también hablo en serio.
      Te has saltado un detalle, Cielo, no sé hasta dónde has leído, pero esto está en primera persona, y el protagonista, el cual vivió tres horas más o menos del miércoles de madrugada, era un adolescente, prematuro quizá en ciertas cosas, pero adolescente. O sea, que me adentré en ciertor recuerdos y los escribí encima de una imagen que vino a mi mente: el esqueleto.
      Es real el sótano, es real la escalera, es real el miedo a la oscuridad, al retrato, es real la chimenea, incluso la abuela... pero todo adaptado a la imagen del esqueleto.
      Sobre lo de que el banco no puede verse... pues si has estado alguna vez en una aldea de montaña, sabrás que hay casitas por todos lados, y desde ésta se ve el banco, porque está en lo alto de la montaña, pero no hay escrito que el pueblo esté en lo más bajo. La perspectiva no es imposible, aunque reconozco que el banco es más bien simbología, igual que el esqueleto.

      Cielo, hay cosas que aprendí de ti, amigo, en estos dos años en la red. No sé si este relato es literatura, pero sí sé que no es poesía, y creo que necesito escribir con naturalidad para conseguir explicar un poquito la historia... Siempre teniendo en cuenta que soy aprendiz, y quiero seguir siéndolo.
      Tus comentarios se agradecen por sinceros, también por constructivos... pero cuando son destructivos, algo hay que hacer luego.
      Espero tu regreso, compañero, y añado: el saque no se me da bien, ni en el tenis, ni en los relatos de terror

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  12. Bueno, seguramente tengas razón, sólo he leido las primeras líneas
    mañana con calma me pongo a ello.

    Sobre las disculpas, no hay problema, pero es una broma, digo "es"
    porque lo sigue siendo.

    Donde esta el humor andaluz?



    Aunque quizá este humor sudamericano sea un poco brusco
    en todo caso pido disculpas.



    Volviendo al relato, me acabo de dar cuenta del inicio:

    "en lo más alto"

    no te resulta obvio en un mirador?

    Estos son detalles, pequeños detalles Luis, pero si sumas todos esos pequeños detalles, al final el resultado se vuelve en contra de una narración o una historia creíble.


    De todas maneras no quiero seguir precipitandome
    mañana lo leeré con calma.

    Sueños dulces compañero.

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    1. Salud, amigo, todo quede en una broma, así está bien entonces.

      Y bueno... no sé hasta que punto debe ser creíble una historia de terror con momentos fantasmagóricos, es más bien psicológico, pero sé a lo que te refieres.

      Hace unos días que tenía en mente escribir algo de terror, porque me gusta hacerlo, y me gustaría conseguir mejorar. Pero no lograba seguir escribiendo una historia tras la que llevo ya muchos años. Me rendí, y tras imaginar el esqueleto, por motivos privados y extraños, intenté hacer el relato. No podía... no conseguía empezarlo, y cuando al fin di unos pasos, continúe sin detenerme a mirar atrás. El principio no me convencía, la verdad, pero no vi solución.
      Lo de que un mirador está en lo más alto... no siempre es así. Aquí, en la Sierra Morena, hay dos muy frecuentados (sobre todo uno que me trae buenos recuerdos) y el primero está a media altura.
      Pude haberme ahorrado lo de "en lo más alto", pero lo pensé así, el mirador estaba en lo más alto.
      Quizá sea el tema de la atmósfera lo que más mosquea... pero el pueblo debía estar rodeado de cierto misterio, aunque no abarqué demasiado al respecto.

      Si finalmente lo lees, estaré preparado para lo bueno y para lo malo, por supuesto, que quede claro. Y si no lo lees... pos que le vamo hacé.

      Más salud, que no falte

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  13. Bueno Luis lo prometido dicen que es deuda, aquí voy, pero no me responsabilizo de mis palabras. Quiero aclarar que aun no he leído el relato completo, cuando lo haga te haré mi critica en conjunto, es decir, sobre el fondo de la historia, ahora sólo haré comentarios sobre la forma.
    Lo pegaré en partes:
    1
    En lo más alto de la montaña había un banco de madera, pintado de un verde oscuro, clavado en el suelo rocoso del mirador, y desde mi casa podías verlo al atardecer, porque a otras horas y debido a la atmósfera que rodea el pueblo no se podía distinguir.

    En esta parte flojea la prosa, no es limpia, no hay claridad ni un buen ritmo, quizá el defecto sea que esta escrito en pasado. Es decir, cambiar: Había y ese Podía que lo repites dos veces. Por ejemplo:
    En lo más alto de la montaña hay un banco de madera pintado de un verde oscuro…
    Entonces el relato puede seguir así… clavado en el suelo rocoso del mirador, desde mi casa se puede ver… luego cambiar ese “porque” y ese “podía” como te dije antes.
    2
    Cuando empezaba a oscurecer, un poco antes de las ocho de la tarde, regresaba del paseo vespertino. Ya había jugado en el parque y, tranquilamente, bien acompañado, de regreso me podías ver con las manos en los bolsillos.

    Como ya hemos pasado a presente, debemos poner: Cuando empieza a oscurecer…
    Ese “un poco antes” me resulta muy trivial, poco literario, afea la narración, pero claro es una opinión.
    Lo siguiente, necesita varios cambios, ese “regresaba” etc.
    Aquí, en esta parte hay una clave, dices: “bien acompañado” lo vemos en la tercera parte.

    3

    Éramos sólo dos niños, mas tan grande nuestro amor… Y después de intentar besarla, sin éxito alguno pues sus labios se escondían en el tiempo, daba yo los últimos pasos hasta mi hogar, apenas a veinte metros del suyo.

    Bueno aquí también hay que cambiar el tiempo verbal, pero lo importante es que pierdes el hilo de la narración, aunque parece un error.
    “éramos sólo dos niños, más tan grande nuestro amor…” parece que te comiste algo.
    Como he dicho antes, no he leído el relato entero, quizá se descubra que esa chica es un fantasma, pero aún así, el lenguaje falla. Y ese “apenas” sobra, ese adornillo literal no queda bien, hay que ser directos.


    4
    No había una sola vez, lo juro, ni una sola vez que no mirase antes de entrar en casa hacia aquella dirección, hacia lo más alto de la montaña. Y es entonces cuando me parecía ver un esqueleto sentado en el banco de madera.
    En esta parte sólo hace falta un pequeño ajuste que no logro encontrar. Necesito tiempo o reposo.

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    En más de una ocasión pensé sacar mis prismáticos para verlo con claridad. Pero… al entrar a casa debía dirigirme hacia el sótano para sacarlos del cajón de un viejo mueble arrumbado, y tras haber recorrido el pasillo siempre me paralizaba y me arrepentía.
    No podría definir el miedo que me impedía ir a esas horas en busca de los prismáticos… Creo que debo contaros bien la historia para que os pongáis en mi lugar.

    Bueno, aquí es interesante como juegas con el lector, haces que piense y eso es bueno.
    Puedo decir, siempre pensando en el cine, cómo es que un niño tiene unos prismáticos escondidos en el fondo de un sótano?
    Ejemplo: me gustan las pelis de ciencia ficción, pero sobre todo las de artes marciales, las que vuelan y todo, pero bien hechas, te recomiendo Ip Man con Donie Yen, espectacular.
    Pero vayamos a la ciencia ficción, la peli los Vengadores, hay una persecución, hay explosiones, peleas, te lo puedes imaginar, pues todo eso que sucede yo me lo creo, todo eso esta pasando, para mí es real, pero sin explicación, aparece la nave del bueno y huye de los malhechores.
    Que pasó? Sencillo, el director no supo hilar esa secuencia, entonces para mí deja de ser creíble la historia.

    No sé si me expliqué bien, en todo caso Luis, luego sigo, tengo deberes sagrados que cumplir.

    Un abrazo.

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  14. Antes de nada, Cielo, decirte que esto se pone interesante, y agradecerte tu interés... joer, la vida es pura casualidad, me explico:

    Este relato ha sido arriesgado, lo reconozco, precipitado, tenía muchas ganas y luché contra la ausencia de musas, aunque nunca del tó. Y digo que la vida es casualidad, porque precisamente, al publicarlo pedí opinión a una amiga, opinión privada y sincera. Y fíjate, ahora tú, Javier, me estás ayudando sin pedírtelo...
    Sigo tus comentarios y pienso responderte, empaparme de lo que pueda, y contradecirte con lo que no esté de acuerdo... pero tengo un problemilla en este momento. Acabo de salir del tajo, y me voy corriendo de viaje, me están esperando en la costa. Me llevaré el ordenador, pero no sé hasta que punto pueda implicarme de momento. Si tienes paciencia y sigues por aquí, no tardaré en actuar. De todos modos, el domingo vuelvo del viaje, y si hay red en el hotel... pues buscaré un lugar.

    De momento, leí tu comentario esta mañana por el móvil, ya te diré con más detalles, pero te anticipo una pega. Es sobre de que un niño no pueda tener unos prismáticos en el sótano (no dije de que tipo eran, se supone que adecuados para un niño, de más o menos 13 años). Pues no es raro, y además es real. En ese sótano existía una canasta de mimbre, donde mi abuela guardaba todos los juguetes. Allí estaban los prismáticos con su funda... no es un mueble como dice el relato... pero ya ves, no es tan raro. Conforme a lo del tiempo en pasado, qué razón tienes, amigo! Estuve dándole vueltas, durante varios minutos. Incluso cambié los tiempos varias veces... algo no me cuadraba, pero quise arriesgar, y salió así. En cierto modo, esto es un banco de pruebas literarias... me quedé con el mensaje transmitido, con el miedo en aquel niño, y descuidé muchos detalles.

    Continuará... (eso espero, nada es seguro)

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  15. Me alegra este intercambio y si vivieras al frente de mi casa, es decir nos tomaríamos una cervezas a menudo y jugarías al tenis también a menudo, una vez dentro de mi casa y al entrar a tu blog, mi comportamiento sería el mismo como hasta ahora, es decir, me gusta ser duro o muy crítico con la gente que aprecio, dicho esto, eso no quita que yo pueda estar equivocado y que mis consejos no tengan sentido, cosa habitual en mí.


    Disfruta de esos días que el invierno es muy largo, yo estaré por aquí, de vacaciones y en casa, no hay pasta y la verdad deseando trabajar, así somos los autonomos, sino trabajas no cobras, bueno que te voy a contar yo ahora de como esta el país.

    En cualquier momento ataco de nuevo y te dejo otros comentarios sobre el relato. Y lo que me cuentas del niño que no puede tener prismáticos, me parece acertado y claro, como no he leído todo, pues estoy más pa allá que pa acá.

    Apretón de manos seguido de un abrazo.

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  16. Bueno, Cielo, nos tomaríamos unas cervezas sin duda alguna, y un tenis, por supuesto.
    Ya he vuelto del viaje, y, aunque no he dedicado más que unos minutos a internet, ya pude leer tu comentario, aunque respondo ahora con más tiempo y tranquilidad.
    Tengo una cita para un día de estos con las musas, ellas también se tomaron unas vacaciones. Para la próxima, estaré con ellas en lo escrito y todo será mas fácil (fácil es un decir), así que me alegraré de volver a verte por esta carretera, compañero.

    El país en estos momentos está pleno de incertidumbre, en muchos sentidos.

    Un abrazo

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  17. Sírvante, estimado Luis García, mi saludo inicial y respeto por tu blog, que de inmediato sigo.
    Y sírvate, más que a modo de reproche, que no, sí de apunte por cierta deformación profesional (!)
    Veamos el párrafo "Cuando empezaba a oscurecer, un poco antes de las ocho de la tarde, regresaba yo del paseo vespertino. Ya había jugado en el parque y, tranquilamente, bien acompañado, de regreso me podías ver con las manos en los bolsillos.

    Éramos sólo dos niños, mas tan grande nuestro amor… Y después de intentar besarla, sin éxito alguno pues sus labios se escondían en el tiempo, daba yo los últimos pasos hasta mi hogar, apenas a veinte metros del suyo.

    Hay una fractura de estilo, supondremos que involuntaria, cuando
    al 'éramos' (nosotros) (entonces) sigue en plano ilógico la presunta 'ella', objeto del beso fallido y el imprevisto 'daba' (yo).
    Un poco falto de rigor sintáctico, creo.
    El relato, interesante en conjunto, se difumina en los protagonistas. Por un momento imaginaba fuera Clemencia el eje. Pero surge Anabel y...
    Disculpa mi sugerencia. Pero no está de más adentrarse en los manuales de estilo, tan valiosos para quienes por placer, ¡y por convicción!, la pluma se pone al servicio de la palabra.
    Reitero: Un abrazo
    Soy PiliMPilar. Mis jubilaciones, mis músicas, mis enredos pseudopoetizantes.

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  18. Hola Luis: Soy Mos y paso a saludarte y agradecerte tu comentario en el blog de María "Algo más que palabras" sobre mi poema "La única respuesta". Gracias, de veras.
    He leído este relato de terror al estilo Poe. Puede que tenga algún fallo pero mantiene la esencia y ese misterio que no sabes por dónde va a salir a la luz. Puede que el final sea un poco "light" porque es cierto que el personaje de Clemencia es el más potente de toda la historia y podía dar más juego en la misma.
    Bueno, no pasa nada, ¿no?. Es muy útil que te saquen los errores y te sugieran ideas que enriquezcan el texto. De todas formas, creo que la prepotencia sobra. Más cuando se visita un blog de alguien que se dice aprendiz en las letras.
    Yo también soy aprendiz de todo lo literario pero sé que es muy positivo dejar madurar un tiempo las historias en el cajón. Tras ese reposo es posible que se aprecien más los fallos. También sirve darlo a leer a algunos conocidos que les guste leer.
    Buen intento, Luis y sigue imaginando historias que enganchen.

    Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.

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    1. Gracias, Mos. Me gustaron tus letras, nos veremos más veces.
      Toda la razón del mundo hacia lo que has comentado sobre guardar los textos en un cajón, durante un tiempo, para que maduren, para que fermenten. Sobre todo si es un relato.
      Con la poesía, si es verdad que suelo lanzarla repasándola lo mínimo para que guarde la esencia, y con este relato me arriesgué, a veces necesito arriesgar.
      Te leo con atención, pasa cuando guste, un placer.
      Abrazos

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  19. Hola, Pilar. Es una alegría recibirte, y un honor. Muchas gracias.
    Me gustaría que volvieses en futuros escritos de esta misma forma, con análisis, o como quieras.

    Bueno... en ese párrafo, quise hacer un guiño a Poe, y es por eso que existe Anabel, pero casi sin protagonismo. Entiendo el defecto: ese "éramos sólo dos niños, mas tan grande nuestro amor", es una frase adaptada por el grupo Radio Futura para su canción sobre el poema de Poe, Annabel Lee, y no precisé bien su encuadre con respecto al resto que seguía. Sólo me interesó agregarla. Tomo nota, Pilar.
    Con respecto a los manuales de estilo, permíteme darte mi más sincera opinión:
    Empecé a leer por mi cuenta, antes de que me enseñaran en el colegio, agarrando tebeos del gran Ibáñez. Después, por supuesto, la educación hizo el resto.
    Me interesé por la música, pero no estudié en el conservatorio, aunque no hubiera estado mal, la verdad. Formé una banda de rockandroll, y aprendí a tocar la guitarra en la calle, en jardines y reuniones de amigos. Me fijé mucho en los buenos músicos, en conciertos y en televisión.
    A día de hoy, soy tornero fresador. No aprendí el oficio en el instituto, ni en ningún centro de aprendizaje. Me enseñó un viejo maestro, en un taller de mala muerte, cobrando dos duros. Después conocí a otros expertos, e inclusó repasé libros por mi cuenta y algún que otro curso acelerado. Golpe a golpe, mirando y errando, barriendo y limpiando al principio.

    Creo que no tengo remedio, Pilar. Con la escritura me pasa igual. Leo a los grandes literatos y poetas, también a los compañeros. Leo tu comentario y el de todos los que me aporten algo, siempre es para bien.
    Ojalá te vuelva a ver por esta carretera secundaria, siempre en obras.
    Otro abrazo

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  20. hay que tierno niño y que fea la Clementina,
    me gustó el relato y te aseguro que es tu
    padre que te mira desde el mirador sentado
    en el banco, y que lindo que al final hallas
    formado una familia con ella, pero ¿ya no te
    da miedo vivir junto a los recuerdos y escuchar
    esa voz diciendote "hijo mio"? eres valiente
    antes eras solo un pequeñuelo.

    Un abrazo querido amigo de letras.

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    1. Gracias, Solina. Un besazo para allá donde estés, compañera.

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  21. Vaya, me alegra que este relato reciba tantos comentarios y tan buenos en el sentido de aportar ideas, así deben ser los blogs.

    Luego vuelvo.

    Un abrazo.

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    1. Gracias, Cielo, tú abriste la lata de opiniones constructivas, y espero que también la cierres. Vuelve cuando quieras, estaré aquí, o eso espero.
      Otro abrazo hasta tu cielo

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