sábado, 13 de junio de 2015

Intento de suicidio abortado


Esta carretera está algo desierta... ummmm... Pararé en esa gasolinera de ahí a ver si reposto y doy un paseo hasta el próximo hotel. 

Tengo un monólogo. Gané un concurso con él en Ríos de tinta:

Monólogos participantes.

Votaciones


Intento de suicidio abortado


Os dejo con mi amigo Perico. 




¡Cof cof! ¡Ejem…! Disculpen, ando con algo de tos… quiero decir, que estoy algo enfermo, no que ande con tos en vez de piernas, que eso sería a propulsión. Quizá con unos buenos patines se pueda andar con tos… ¡Buenas noches! Me presento: soy Perico Pé Rico, nombre y apellidos, no me tomen por tartamudo. Quiero contarles la breve historia de un intento de suicidio. Dicho así, suena siniestro. Pero si les digo que la causa es el desamor… entonces ya es otra cosa, es como más normal.

— Fulanito se ha intentado suicidar.
— ¿Y cómo ha sido?
— Su novia lo ha dejado.
— ¡Ah!, entonces con razón… Con lo buena que está... Ya no va a encontrar otra igual.

Es como si fuera la excusa perfecta para intentar irse al otro barrio. Un amiguete mío, tras quince años con su novia, decidió pedirle matrimonio. Compró un pedrusco carísimo, reservó en un restaurante de cinco tenedores con cinco puntas cada uno, se vistió con el traje de los domingos santos y hasta preparó una nota para leérsela. Quiso, el pobre, poner un poema en la nota; pero para esas cosas es algo torpe el Julián y buscó en internet uno para copiarlo. Se equivocó y en vez de “poemas de amor” el buscador entendió “problemas de olor”. Y él que ni lee ni escribe mucho, imaginen, lleva veinte años echando la misma combinación en la quiniela por no hacer una nueva y tachar casillas, le pidió a su sobrino que copiara aquello en la nota porque le resultaba muy largo. Claro, el chiquillo copió sin rechistar.

Pues bien, llegado el momento, recogió a Marieta en la puerta de su casa, puntual como de costumbre, y fueron en coche al restaurante. En el camino su novia preguntó: — ¿te has comprado una colonia nueva?
—Sí, cariño —respondió él—, ¿verdad que huelo a rico?
— ¿A rico, Julián? Hueles como si te hubieran tirado por encima una garrafa de ambientador.
— (Vaya… no empezamos bien) — pensó mi amigo Julián.

Y tenía razón, la cosa empezó a torcerse… Cuando aparcaron el coche resulta que un gitanillo de guante blanco les atracó sin miramientos.

— ¡Dazme tó lo que tengái!
— ¿Cómo? ¡Yo a ti no te doy ni la hora, sin vergüenza!
Y el gitanillo le endiñó tal hostia al Julián que lo dejó inconsciente en el suelo.
— ¡Ay, Julián! ¡Pero calzonazos! ¡Levántate que se ha “llevao” la bolsa del Porte Inglés que llevabas!

Mi pobre amigo Julián se repuso del golpe y se hartó de llorar porque en la bolsa estaba el anillo de pedida para su novia.
—No seas mariquita, Julián, que no ha sido para tanto, que parece que te hayan “quitao” un riñón. Anda… levanta.
—Sniff, sniff… ¡Qué “desgraciao” soy! Vamos al restaurante, que se hace tarde… sniff, sniff...

Ay, Julito… Es un caso este hombre. Pues llegaron al restaurante, al mejor restaurante de toda la ciudad: — ¿han reservado los señores?— preguntó el metre.
—Por supuesto, llamé por teléfono hace un mes— dijo mi amigo Julián retocándose la corbata,  muy dispuesto y con seriedad intachable.
—Anda… ¡qué sorpresa me tenías reservada, Julián!—. Su novia; mostrando interés.
—Yo para ti siempre tengo lo mejor…
Y Marieta pensaba: — (qué Dios me proteja).
—Caballero. ¿Su nombre es Julián Cantalejo Rodríguez?
— ¡El mismo que viste y calza! —Julián sacó su mejor sonrisa, de oreja a oreja.
—Pues han de saber que van a cenar en la mejor mesa de todo el restaurante, con vistas a las Montañas Gigantus, aunque como es de noche, sólo pueden apreciar las luces de los farolillos en los cortijos. El lugar donde se ubica la mesa está acondicionado para la más romántica de las citas y con todo tipo de servicios adicionales como nuestro novedoso “flipa for yu”. Por favor: ¿sería tan amable de facilitarme su tarjeta de crédito, señor Cantalejo? Son normas de la casa y están dispuestas para garantizar su máximo confort.
—Faltaría más… Un momento, por favor… a ver…
Julián se buscaba en los bolsillos desesperadamente. Se puso rojo como un pimiento pero no encontró la cartera. El gitanillo aquel se la birló sin que se diera cuenta.
— ¿Qué ocurre, Julián? ¡No me digas que no encuentras la cartera! Qué bochorno…
Ella replicaba y él no paraba de decir: —mierda, mierda…

Marieta salió despavorida del restaurante sin esperarlo. Julián sobre la marcha la perseguía sin parar de buscarse en los bolsillos. Tropezó con una mesa y tiró absolutamente todos los platos y vasos desparramando el contenido en las faldas de los comensales. Un desastre… Pobrecito mío.
Ya más calmados, en la calle, tuvo que pasar al plan B:
—Vamos, cariño, no te pongas así… El Plan B no está tan mal… Si te apetece pedimos las albóndigas caseras que ya sabes que son las mejores del barrio. ¿Eh, cariñín?
—Vaya porquería de noche que me estás dando. Lo que faltaba es terminar en la tasca esa comiendo albóndigas.
—Venga, mujer, no seas así. Desde que Manolo cocina en el Plan B no está tan mal la comida… Voy a llamar para anular las tarjetas de crédito… ¡Maldito gitanillo de las narices!…
— ¡¿Pero qué vas a anular, alma de cántaro?! ¡Si no tienes ni para pagar la factura de la luz! Estoy harta. Lo siento mucho, yo no puedo seguir así. Se ha colmado el vaso.
— ¡Para, para!… No seas negativa… verás…
Mi amigo Julián sacó la nota de su bolsillo en un intento desesperado de impresionar a Marieta y agarrándola del brazo para que no pudiera salir corriendo, dijo:
—Marieta; tengo que decirte algo muy importante:

En algunos casos se trata de la bromhidrosis
una enfermedad relacionada con las glándulas apocrinas
que causan un olor muy desagradable…

¡¡¡¡¡Pero esto qué carajo es!!!!! Para para… Hay un error, Marieta… Te quiero mucho… como la trucha al trucho, ¿sabes?

Entonces, ella, tragando saliva dijo lo que para Julián fue el golpe más duro de toda su vida:
—Estás muy mal, Julián Cantalejo, deberías ir a un psicólogo. Hemos terminado.
Así se alejó ella y él quedó con la boca abierta… Ay… Mi fiel amigo Julito, lo que tuvo que sufrir. Esa noche fue la causa de que intentara suicidarse. Os cuento el desenlace:

Al día siguiente aún estaba en la puerta del restaurante, dormido en el suelo. Lo ayudaron a levantarse y fue cuando se le cruzaron los cables. Lo primero que pensó:
— (Las vías del tren) —. Así de clara le vino la inspiración. Se dirigió paso a paso, despacito, sin prisa, hasta las vías del tren que no estaban muy lejos de allí.  Cuando llegó se detuvo mirando a la izquierda, quieto como una roca, hasta que vio acercarse la máquina.
— ¡Esta es la mía!— gritó. Y de un salto se puso en mitad de los raíles—. Un, dos, tres, cuatro… —seguía contando—quince, dieciséis, diecisiete…— y escuchó el fuerte aviso del tren y una frenada escandalosa. Creyó que todo había terminado.
—Amigo ¿se encuentra bien? Acompáñeme, por favor, deme la mano…
Julián pensó que estaba en el cielo o algo así, que Dios le estaba hablando… Abrió los ojos y vio a un señor con gorra. Era el maquinista y allí estaba el tren, parado delante de él.
Salió despavorido tirándose de los pelos. — ¡Es imposible, es imposible!—se repetía.
Se arrojó por una pendiente pronunciada y rodó durante casi un cuarto de hora. Quedó inconsciente largo tiempo pero se repuso. Miró a un lado, a otro… —Argggggg… ¡Quiero la muerte, no quiero seguir viviendo!
Se intentó ahorcar con su corbata en la rama de un árbol… Pues se rompió la corbata.
— Glup… glup… ¡SESENTA EUROS! ¡Sesenta putos euros y se rompe!

No hubo manera. No consiguió suicidarse de ninguna forma. Se metió a fumar; esnifó butano; se introdujo el móvil en los calzoncillos para que le afectaran las radiaciones; comió bisté de ternera de tres días, frío y sin masticar; se duchó saltando… Pero nada. Imposible. ¡Incluso vio Titanic siete veces seguidas! Ni por esas.

Y señores y señoras, ya termino: el lunes pasado me crucé con él, con mi amigo Julián Cantalejo, ¿y a que no saben qué me dijo?:

—Perico: mátame. Eres mi mejor amigo, eres el único que puede ayudarme. Si hasta le he mandado un wasáip de esos a Paco el policía diciéndole que me deje su pistola para ir a cazar… pero se ha negado. Acaba con mi sufrimiento, amigo mío.
Y yo le dije:
—Julián. Si te mato no podré participar en el concurso de monólogos de Ríos de Tinta porque no tendrá ninguna gracia… Si gano, la mitad del premio será tuyo. Cinco mil euros, amigo. Merece la pena vivir, ¿no?

 ¡¡¡¡¡Muchas gracias!!!!! Soy Perico Pé Rico y espero haberles entretenido. Si sufrís un desamor… ¡Cuenten conmigo!

10 comentarios:

  1. BUENISIMO! qué bueno que recuperes tu blog, con este texto merecedor del premio RIOS DE TINTA! besos enormes

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  2. Every successful person must have a failure. Do not be afraid to fail because failure is a part of success.

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  3. Pero hombre, Luis, este monologo es un tren sin freno, asi se lee, de pe a pa sin interrupciones.
    Pero ya que has puesto el freno una vez, deberias hacer parada mas seguido en esta carretera que de ser secundaria, parece de primera. Venga!

    Nos leemos.

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  4. Gracias Jorge y gracias Beatriz. Con retraso os dejo un saludo y espero coincidir pronto con ustedes.

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  5. Me gusto como lo relatas y los toques unicos y divertidos de la historia, bueno en una de esas no se suicido pero al fumar yo creo que poco a poco por ahi va...:)
    Saludos, sigue adelante!

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  6. Muchas gracias, de verdad. Gracias por el ánimo.

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  7. Muy bien llevado de principio a fin. Se nota que tienes tablas. ¿Por qué has dejado de escribir en tu blog??

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  8. Gracias.
    Pues por Ríos de Tinta. Puedes acceder desde este mismo blog. En la página inicial està el link y en esta misma entrada.
    Ríos es un foro literario y en él invierto gran parte de mis letras.

    La carretera està abandonada pero no olvidada. La tengo presente siempre aunque ahora no pueda circular por ella como antes.

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